THE OBJECTIVE
La otra cara del dinero

Las cajas registradoras de la NBA echan humo

Dallas Maverick y Boston Celtics disputan la final con la vista en crear una dinastía en un potente mercado local

Las cajas registradoras de la NBA echan humo

Luka Doncic, jugador de los Dallas Mavericks, hace un tiro de dos puntos durante su partido de playoffs de la NBA contra Los Angeles Clippers el miércoles 1 de mayo | Ariana Ruiz, Europa Press

Esplendor sobre el parqué, millones en la cuenta de unos pocos. La NBA disputa desde el viernes su serie final, con los Dallas Mavericks y los Boston Celtics en lo más alto de un ecosistema hipercompetitivo tanto en lo atlético como en lo financiero. 

Ambos equipos rozan el centenar de partidos solo esta temporada. 82 de la fase regular (unos tres a la semana, incluidas las Navidades) más los de playoff. Exprimida hasta la última gota de su energía, los jugadores reciben una jugosa recompensa económica. Luka Doncic, ex madridista y actual estrella de los Mavericks, está a punto de firmar una extensión de 346 millones de dólares en cinco temporadas.

Si los empleados reciben semejante chorreo, imagínese los dueños. Por aquí ya explicamos la descomunal inversión que han resultado ser las franquicias de la NBA en lo que llevamos de siglo XXI: el valor medio de una franquicia de la NBA ha pasado de 200 a 2.480 millones de dólares

Para el negocio de compraventa, explicábamos, el truco consiste en comprar perdedores y esperar a que las muy especiales y estrictas normas de la NBA lo pongan en órbita. Salvo casos más o menos esotéricos, como el de los New York Knicks, a los que alguien debe de haber puesto tres velas negras, las mejores opciones en el mercado de jugadores vía draft que consiguen los peores equipos terminan incorporando nuevos ganadores.

Los Celtics, por ejemplo, son una franquicia histórica, pero desde los tiempos de Larry Bird, allá por los felices años 80, no han arañado más que un título (2008). Los Mavericks tienen menos solera. Fundados en 1980, alcanzaron su pico con el campeonato de 2011, en pleno esplendor del alemán Dirk Nowitzki, y después cayeron en un abismo del que empiezan a salir gracias al talento de Doncic. 

Ambos optan ahora a la máxima gloria deportiva… y monetaria. Los campeones suben como la espuma en el escalafón de los ingresos. Aunque aquí la cuestión no es tan automática como en el caso de las compraventas. Para una subida realmente apreciable hace falta que la imagen de marca ganadora se consolide. A ser posible, con varios títulos consecutivos o en pocos años, es decir, creando lo que en la NBA llaman una dinastía.

Así, en el ránking de Forbes vemos que los actuales ganadores, los Denver Nuggets tuvieron el año pasado unos ingresos brutos de 348 millones de dólares, en la mitad de la tabla. Aún no han tenido tiempo de consolidar su gloria deportiva… Ni parece que lo vayan a hacer, después de su triste caída en semifinales de la Conferencia Oeste (equivalente a cuartos del total de la competición).

En lo más alto de la clasificación de ingresos están los Golden State Warriors, con 765 millones. Su título de 2022 todavía está caliente, pero sobre todo pesa en la marca las seis finales que han disputado en la última década, con seis títulos. Este año ni siquiera han llegado a los playoffs, pero viven de las rentas. 

Eso sí, las envejecidas estrellas de los Warriors siguen cobrando sueldos descomunales: Stephen Curry tiene el mayor salario de la liga, 51,9 millones, y el de Klay Thompson asciende a 43,2 millones. Eso hace que la ganancia neta de la franquicia se quede en 79 millones, no muy lejos de los 71 de los Nuggets.  A cambio, los Warriors ya están calentitos para una sustanciosa venta. Son la franquicia más valorada de la NBA: 7.700 millones. 

Los Nuggets valen menos de la mitad, 3.380 millones. Pero, como decíamos, aún no se puede valorar bien el impacto de su título. Quizá sea más significativo el caso de los Milwaukee Bucks. Solo habían ganado un título (en 1971), cuando el empuje del griego Giannis Antetokounmpo (lo de la primacía de los jugadores europeos en la NBA estos últimos años es para hacérselo mirar) los devolvió a la gloria en 2021. Y no han vuelto a aparecer por las finales. En el vigésimo puesto en valor (3.200  millones), sus ingresos (329 millones) no están mal para esa posición, pero pierde dinero: tiene un neto negativo de 36 millones.

El dueño de los Bucks, Marc Lasry, se empeñó en crear una dinastía y rodeó a Antetokounmpo, que cobra 45,6 millones, de jugadores más modestos pero caros: los George Hill, Bobby Portis  PJ Tucker… Y no ha funcionado. Aunque la cosa tampoco es tan grave –Daniel Feldman explica que hay truco fiscal por medio al no declarar los ingresos de los playoffs-, no es precisamente un caso de éxito. 

Los Bucks, en cualquier caso, siempre lo tendrán más difícil, por lo que en la NBA denominan «mercado bajo». Perdida en lo alto del rural Medio Oeste, su ciudad es pequeña y no tienen ningún tirón en el resto del país. Los Knicks, eternos perdedores, son el equipo más valorado (6.600 millones) y tienen unos ingresos brutos de 504 millones, muy por debajo de los Warriors, pero mejor equilibrados: su neto es de 169 millones, el mejor de la liga. Sus jugadores son normalitos… pero tiene la gran baza de Nueva York.

Los finalistas de este año tienen buena pinta. Los Boston Celtics es un clásico, tanto por la franquicia como por la ciudad. Son cuartos en valoración, pero lejos de los grandes (4.700 millones) y el esfuerzo en sueldos se expresa en un balance de ingresos britos y netos (443-88 millones) no muy satisfactorio. 

Los Mavericks están en séptima posición en valor (4.500 millones) y tienen un balance de ingresos (429-83 millones) parecido a los Celtics, pero a partir del año que viene tendrán que cargar con el megacontrato de Doncic. A cambio tienen un interesante punto a su favor. El estado de Texas está cada vez más moda. Los medios se hacen eco de ello insistiendo en un dato: la cantidad de inmigrantes procedentes de una California cada vez más decadente.

Esto es América: todo está en constante ebullición, nadie se puede dormir en los laureles.

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