THE OBJECTIVE
La otra cara del dinero

¿Se acerca la decadencia del imperio británico del fútbol (y de más cosas)?

La Premier League se enfrenta a una temporada clave, con las finanzas de clubes como el Manchester City en el punto de mira y una sociedad hipersensible

¿Se acerca la decadencia del imperio británico del fútbol (y de más cosas)?

Partido entre el Manchester City y el Real Madrid. | Agencias

Cualquiera diría que Gran Bretaña se ha empeñado en autodestruirse. Los disturbios contra la inmigración, por ejemplo, han llegado al punto surrealista de obligar al Gobierno a crear un «Ejército permanente» ad hoc. Se trata del penúltimo episodio de un malestar creciente que tuvo su máxima expresión con el Brexit, pero ya latía por las profundidades menos elegantes del país, descritas por Martin Amis con su habitual vitriolo en la novela Lionel Asbo (Anagrama). A la famosa working class, desaguadero hooligan, al menos le quedaba el fútbol. Y ahora…

Desde que la llegada del formato de la Premier League lo sacara de la escombrera en la que se había metido en los años 80 del pasado siglo, el fútbol británico era el orgullo de la nación. Sus clubes compraban a los mejor jugadores y copaban los primeros puestos de los rankings internacionales. La temporada pasada, sin embargo, ninguno de ellos llegó a la final de ninguna de las tres competiciones europeas. Y el mercado de fichajes de la temporada que acaba de empezar ha sido, cuanto menos, decepcionante.

El asunto Mbappé, por supuesto, ha opacado cualquier otra noticia. El Fichaje con mayúsculas se lo ha llevado el Real Madrid. Tampoco era la primera vez. Más venenoso, quizá, haya sido el zarpazo del Atlético de Madrid: aunque financieramente se halla a distancia sideral del Madrid, le ha quitado un jugador de la calidad y, sobre todo, la proyección de Julián Álvarez al mismísimo Manchester City de los petrodólares.

¿Qué está pasando? En realidad, los clubes de la Premier League siguen ingresando más que nadie. El último informe al respecto de Deloitte los situaba prácticamente en la psicológica barrera de los 7.000 millones de euros. El problema estriba en que gastan todavía más de lo mucho que ganan. En abril, la sacrosanta BBC publicó un estudio realizado con la ayuda del experto en finanzas del fútbol de la Universidad de Liverpool, Kieran Maguire, que desglosa el panorama de la Premier League en 11 gráficos. La cifra más rotunda que copó los titulares de la prensa nacional tiene que ver con la deuda acumulada por los clubes: mil millones de libras, unos menos redondos 1.177 millones en euros.    

Por aquí ya contamos cómo el Gobierno, viendo venir el problema, creó un regulador independiente, el IREF, para encauzar el asunto. ¡Hasta el Rey en persona aludió al asunto en su primer discurso oficial! La moderación de los equipos este verano van por ahí. El regulador ha amenazado muy seriamente a seis equipos de tanto renombre como Chelsea, Newcastle, Aston Villa, Everton, Leicester y Nottingham.

El año pasado empezaron con el Everton. Primero le quitaron 10 puntos, dejándolos al borde del descenso. El comité de apelación rebajó la sanción a seis… pero en abril volvió a recibir otra de dos puntos. Los toffes se salvaron del descenso de milagro… Y, agraviados, comenzaron a señalar al elefante en la habitación.

El Manchester City ha ganado ocho ligas desde que lo comprara el Abu Dhabi United Group for Development and Investment el 1 de septiembre de 2008. En sus 128 años anteriores solo había ganado dos. Como Club Estado, es decir, propiedad de un fondo soberano, en teoría podría gastarse lo que le diera la gana. A los dueños emiratíes no les importa invertir a fondo perdido: tienen otras prioridades.

Los ingleses, sin embargo, no las comparten. Las suyas incluyen tienen más que ver con crear un ecosistema sano, en el que los pozos de petróleo sin fondo de unos no obliguen a los demás a endeudarse hasta las cejas para competir con un mínimo de posibilidades. Aquí explicamos algunas de las reglas que han ido pergeñando para repartir el grueso de los ingresos (sobre todo, los derivados de los derechos audiovisuales) para crear una clase media competitiva.

Hasta ahora, el City se ha escapado con solo algunas advertencias. Las cosas pueden complicársele bastante. Nada menos que el Financial Times acaba de mostrar su preocupación: se perfila, dice, «una temporada trascendental fuera de la cancha, mientras espera una tensa batalla legal con el campeón Manchester City, prueba nuevas regulaciones financieras y se prepara para la introducción de un regulador de fútbol independiente».

Obsérvese que el Manchester City encabeza la lista de asuntos candentes. El FT recuerda que el club «ha sido acusado de más de 100 infracciones de sus normas financieras tras una investigación de varios años», y asegura que el IREF puede resolver el caso el mes que viene. Admite que «todavía se desconoce el resultado de ese proceso de arbitraje», pero desliza que «podría tener implicaciones para los acuerdos comerciales alcanzados con partes consideradas vinculadas a los propietarios de los clubes».

Si las partes implicadas no actúan con astucia y delicadeza, podrían matar la gallina de los huevos de oro. No lo tendrán fácil. De momento, nadie se da cuenta (o prefiere no hacerlo) de las posibles consecuencias sociológicas que amenazan con reventar todo el invento. Recordemos que el fútbol ha sido tradicionalmente el gran desaguadero de la frustración de las clases bajas (para no andarnos con eufemismos) británicas. En los 80, tras los drásticos y dolorosos ajustes de la desindustrialización, aquello se fue de las manos, con Heysel como paradigma. 

El apuñalamiento de unas niñas, comienzo oficial de los disturbios de estos días contra los inmigrantes, no ha sido más que la espoleta. La bomba llevaba tiempo activada. El primer ministro Keir Starmer ha denunciado «comunidades musulmanas señaladas» y «ataques a mezquitas». En la primera mitad de la pasada temporada, los informes sobre islamofobia en el fútbol inglés se cuadriplicaron respecto al mismo período de la anterior.

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