¿Tiene Tinder los días contados? El regreso de la discoteca como forma de ligar
Las ‘apps’ de citas están en declive, los jóvenes las usan menos y personas de todas las edades vuelven a lo analógico
Ilustración del logotipo de Tinder sobre un 'smartphone'.. | Filip Radwanski (Zuma Press)
Hubo un tiempo no muy lejano donde las aplicaciones de contactos parecían la panacea. Todo comenzó con Match.com y eHarmony y se viralizó con Tinder, una compañía que en 2019 llegó a valer 10.000 millones de dólares. Después irrumpieron propuestas mínimamente diferenciadas, desde Happn hasta Bumble, pasando incluso por experimentos españoles como Closer. El caso es que esta forma de relacionarse parece estar en declive.
En conjunto, este tipo de apps registró 237 millones de descargas en 2023, una cifra que no sostiene el pico alcanzado durante 2020, el año de la pandemia (287 millones). Según la consultora Sensor Tower, el número de personas que las utilizan al menos una vez al mes ha pasado de 154 millones en 2021 a 137 millones en el segundo trimestre de 2024.
Tinder, por ejemplo, generó en junio a nivel mundial 6,1 millones de descargas, casi el doble que su inmediata competidora Bumble (3,2 millones). Uno de los problemas es que tanto en la primera como en la segunda los hombres son mayoría, un 75% en el caso de Tinder y un 61% en el de Bumble, situación que genera, según diversos estudios, que el público femenino se sienta abrumado por el número de mensajes recibidos. La consecuencia parece fácil de inferir: a mayor estrés, menor respuesta, perdiéndose quizás por el camino alguna potencial conexión.
Que la popularidad de esta herramienta no está en su mejor momento lo demuestra la estadística de usuarios de Tinder. El trimestre récord en cifra de suscriptores fue el tercero de 2022 (11,1 millones), cumbre que no ha vuelto a pisarse. Desde entonces el descenso ha sido lento pero seguro, hasta los 9,7 millones de suscriptores captados entre enero y marzo de este curso, la peor marca desde el segundo trimestre de 2021.
Mecanismo viciado
Lucía Caro, profesora de la Universidad de Cádiz experta en redes sociales, explica que todas las apps de contacto responden al mismo patrón: poner el algoritmo al servicio de la permanencia del cliente, «metiéndolo en una rueda donde siempre piensa que se está perdiendo algo mejor, de modo que nunca dejará de pasar tiempo en la aplicación ni de buscar nuevos matches».
De hecho, el sesgo del diseño va más allá: la posibilidad de contactar con alguien se reduce limitando el número de likes (antes no ocurría) y, como destacar se convierte en una tarea ardua entre tanta competencia, lo que estas empresas ofrecen son suscripciones premium de pago. Ese es su modelo de negocio. Eternízate y desembolsa.
Volver a lo analógico
Este círculo vicioso, esta persecución infinita de la perfecta media naranja, causa frustración, escepticismo y, en última instancia, abandono. The Guardian publicaba hace un par de años un artículo donde describía la liberación sentida por una mujer de 55 años tras borrar todas sus apps de ligoteo para apostarlo todo a la noche, los clubs y el baile con resultados más que satisfactorios.
El filósofo surcoreano Byung-Chul Han resume a la perfección el presente social-digital: «El teléfono móvil es sencillamente un instrumento de dominación». Al igual que sucede con el coche, una máquina que ha empujado al ser humano a construir sus ciudades y hasta sus países pensando en ellos, el ciudadano contemporáneo delega en el móvil los desafíos que antes asumía en persona. Entre ellos, claro, el puzzle sentimental.
La brecha es joven
En los próximos años, Tinder y sus sucedáneos afrontarán el mayor de los obstáculos: son los más jóvenes los que comienzan a abandonar esas apps. Axios elabora un estudio que despeja cualquier duda: en EEUU, sólo una quinta parte de los estudiantes universitarios usa este tipo de apps al menos una vez al mes. El resurgimiento de la disco está a la vuelta de la esquina.
