El fin de Davos, la inútil guerra de Sánchez con Trump y el drama del Ibex en EEUU
La llegada de nuevo inquilino de la Casa Blanca pilla al Gobierno con el paso cambiado… y las empresas pueden sufrir

Donald Trump, Pedro Sánchez y Joe Biden. | Ilustración: Alejandra Svriz
Hace exactamente un año Pedro Sánchez irrumpió en el Foro de Davos agitando el fantasma de una gran batalla ideológica y cultural que se iba a librar en hasta 74 elecciones en todo el mundo durante ese curso. En un discurso ideado para el extranjero condenó duramente la ideología neoliberal (los malos/sus enemigos) y reivindicó la socialdemocracia (los buenos/sus apoyos). Habló de un nuevo modelo económico en el que las empresas debían colaborar con un sector público cada vez más grande, criticó a quienes califican al Estado como una entidad puramente extractiva, advirtió que la responsabilidad de las grandes corporaciones no era solamente aumentar el beneficio para sus accionistas y les instó a abrazar a una administración central todopoderosa como eje de la redistribución del capital.
Bajo la excusa del bien común, abría la puerta a un Estado con superpoderes. Y lógicamente el discurso escandalizó a quienes le escucharon, entre ellos un buen contingente de representantes del Ibex presentes en Suiza. Saltaron las alarmas porque consideraron que Sánchez pretendía utilizar esta guerra ideológica como excusa para aumentar el control en la economía y en las empresas (faltaban pocos meses para que la SEPI desembarcara en Telefónica) y para profundizar en medidas populistas como el aumento del salario mínimo o la reducción de la jornada laboral.
Unas tensiones que quedaron patentes en el gélido encuentro que sostuvo con Ignacio Sánchez Galán (Iberdrola), Rafael del Pino (Ferrovial), José María Álvarez-Pallete (Telefónica), Josu Jon Imaz (Repsol), Carlos Torres (BBVA), Francisco Reynés (Naturgy), José Manuel Entrecanales (Acciona), José Luis Blanco (Nordex) y Maarten Wetselaar (Cepsa). Con el acoso del Gobierno al mundo empresarial en máximos y la guerra con Ferrovial todavía reciente había poco que compartir y nada que celebrar. Una incomodidad que se reflejó claramente en las caras largas que los asistentes exhibieron en el escueto vídeo difundido por La Moncloa.
Sánchez y Davos
Un año después y a pocas horas de que comience una nueva edición del Foro Económico de Davos pocas cosas han cambiado en la relación de Sánchez con las empresas. En los últimos meses el debate ha estado marcado por la prórroga de los impuestos extraordinarios a la banca (que salió adelante) y a las energéticas (que depende de Junts y el PNV), y en el comienzo de 2025, los fantasmas de la subida salarial y de la reducción de la jornada vuelven a acosar los costes laborales de las compañías españolas. Un entorno hostil para un mundo corporativo que tampoco se considera totalmente protegido por la oposición del PP de Feijóo, pero que asumen con cierta resignación a la espera de que no se produzcan nuevos cambios normativos. Pese a ello, no es descartable que finalmente se vuelva a producir otra reunión de Sánchez con el Ibex en Suiza, pero esto no supone en absoluto que se produzca algún acercamiento. Los puentes están rotos hace años y nada hará que vuelvan a recomponerse, dicen los directivos del selectivo.
Lo que sí ha cambiado -y mucho- es el mundo. Por utilizar la terminología de Pedro Sánchez, los neoliberales han ganado terreno (los malos) y los socialdemócratas (los buenos) han perdido muchos enteros. El triunfo de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos ha reforzado un bloque más conservador que cuenta cada vez con más adeptos. Y ya no son solo gobiernos aislados, como el de Javier Milei en Argentina o el de Giorgia Meloni en Italia, sino que también son compañías, organismos y Ejecutivos en Latinoamérica y en Europa los que creen que el intervencionismo del Estado debe tener freno, abriendo la puerta a un neoliberalismo moderado. Hace un año Sánchez advertía en Davos del riesgo de que los empresarios pudiesen sentirse atraídos por discursos como el de Milei y ahora efectivamente lo hacen, pero no por su cercanía a la ultraderecha, sino que por su hoja de ruta económica.
Ninguna empresa duda del riesgo que pueden representar determinadas políticas autoritarias, pero advierten que no hay que caer en la tentación de demonizar el neoliberaliasmo, porque van en carriles diferentes. Y es que la llegada de Trump no solo ha devuelto este denostado modelo económico al primer plano, sino que además ha reforzado a las corrientes -también en Europa- que piden que la transición verde se ralentice y que la sostenibilidad siga adelante, pero sin perjudicar el crecimiento económico. Los grandes fondos de inversión ya advierten de que la inversión verde es menos atractiva y, de hecho, BlackRock, JP Morgan, Goldman Sachs, Citigroup, Bank of America o Morgan Stanley han anunciado que dejan la Alianza Bancaria Net-Zero, centrada en frenar el cambio climático.
Davos y Trump
No se trata de que las empresas abandonen para siempre la descarbonización, pero la nueva ola que llega con Trump indica que los ciclos de inversión se ralentizan y que se pueden cumplir los mismos objetivos compaginando también el crecimiento. China lo ha entendido, Estados Unidos va hacia a ello y en Europa ya se están viendo algunas muestras de la propia Comisión Europea, que ya advierte de que hay que seguir apostando por energías renovables, pero manteniendo las nucleares, y que quizás debería alargarse la fecha de defunción a los coches de combustión hasta encajar todas las piezas del complejo puzzle de la reindustrialización de Europa.
Por ello, cada vez son más las voces que anticipan la muerte de Davos. El foro suizo ha enarbolado la sostenibilidad como una sus banderas, su leitmotiv de la última década. Varios analistas y directivos de fondos de inversión reconocen en privado que la edición de este año estará más divorciada que nunca de la realidad económica, política y social. Y las corporaciones internacionales lo notan. «Siguen volcados en la utopía verde, pero no entienden que los gobiernos, las empresas y los mercados piden un giro y repensar estas políticas», dice un importante asesor de inversores extranjeros en España y que pronostica cuatro años de oscuridad para el foro, los mismos que Trump estará en la Casa Blanca.
Davos, que comenzará este mismo lunes, dibuja un escenario en el que persisten las incertidumbres geoeconómicas, las tensiones comerciales, la polarización cultural y la ansiedad generada por la crisis climática, pero se sube a la ola de una rápida innovación en áreas como inteligencia artificial (IA), computación cuántica y biotecnología para impulsar la productividad y «mejorar el nivel de vida para todos». Acudirán gobiernos, organizaciones internacionales y las 1.000 empresas miembros del Foro, pero tendrá un gran ausente: Donald Trump. Bajo la excusa de su toma de posesión, el próximo presidente de EEUU intervendrá de manera online, dejando claras cuáles son sus prioridades… que no pasan por Davos.
Divorcio con EEUU
¿Y Pedro Sánchez? 24 meses después de su encendido discurso en el Davos del año pasado y -pese a que el mundo es otro- el Presidente del Gobierno español mantiene su particular guerra contra el neoliberalismo, a favor del control estatal de la economía y cerrando filas con la ola verde. Sin ir más lejos, en su agenda de este año en la pequeña localidad suiza tiene previsto asistir a un coloquio sobre «salud y prosperidad a través de la prevención» y a un acto sobre «clima y naturaleza» en el que también participarán Al Gore y Muhammad Yunus.
Una visión geoestratégica a la que se ha sumado una inútil guerra contra Donald Trump. Durante la campaña electoral de EEUU no perdió oportunidad para apoyar a Joe Biden y con los hechos consumados se sigue presentando como un defensor de «un nuevo orden internacional» contrario al nuevo inquilino de la Casa Blanca. En una reciente intervención ante los 130 embajadores españoles, Sánchez defendió «un mundo definido por el derecho, no por la ley del más fuerte» en referencia a las declaraciones del magnate en las que no ocultó su interés de comprar Groenlandia. Nadie duda de que el nuevo presidente de EEUU pone gran énfasis en los apoyos -y críticas públicas- por lo que está claro que en su lista de países aliados y amigos no está ni España… ni su Presidente del Gobierno.
Por el contrario, hay quien sospecha que España estará en la lista negra, tanto política como económica. Una situación que horroriza al Ibex. Los datos del último año son muy preocupantes ya que la inversión de Estados Unidos en España cayó a la mitad durante los nueve primeros meses de 2024, desde los 6.575 millones a los actuales 3.481 millones; mientras que las exportaciones se ralentizaron un 2,5% hasta los 15.163 millones entre enero y octubre. Nadie duda de que el principal socio mundial de las empresas españolas es EEUU y que una mala relación entre sus gobernantes no hace más que perjudicar las alianzas y los acuerdos de las grandes corporaciones en este mercado. Y ya no es una cuestión simplemente de fuertes subidas de aranceles.
Riesgo para las empresas
Un hecho decisivo para tomar el pulso a las actuales relaciones -totalmente congeladas- es que ninguna empresa o representante oficial español está invitado a las tres cenas (del 18,19 y 20 de enero) que marcan los fastos del comienzo de la Administración Trump y esto es porque expresamente se ha excluido a España de las convocatorias. Pasa factura el hecho de que muchas de estas compañías llevan años lejos del Partido Republicano estadounidense y tampoco ayuda que el presidente español se ha mantenido durante todo su mandato criticando públicamente al nuevo inquilino de la Casa Blanca y poniéndose en las antípodas de su proyecto político y económico.
Y el resumen es desolador. Jaleado por sus socios de izquierdas y la necesidad de mantener encendida la llama del populismo social, nada parece indicar que Sánchez intente un acercamiento con Estados Unidos, lo que puede tener importantes perjuicios para las empresas españolas, grandes y medianas, en los cuatro años de mandato que quedan por delante a Donald Trump. Por el contrario, la nueva administración identifica a España como uno de sus claros enemigos dentro de Europa. Y frente a esto Davos ya no es el mejor refugio para la guerra ideológica. Nuestro país y su tejido productivo está en una situación compleja. Y hay preocupación… Mucha.