El otro lastre de la vivienda: las 'start-ups' dan la espalda al problema del precio
Existen pocos negocios digitales pensados para resolver una de las ineficiencias más críticas del mercado español

Viviendas en construcción. | Marta Fernández (EP)
Tan grande es el muro que se alza contra quienes aspiran a alquilar un piso en condiciones en cualquier gran ciudad española, tan empinado el precio que se pide por comprar una vivienda y tan intensiva la presión con que el turismo oprime los centros históricos que cabe preguntarse por la verdadera utilidad de la política, incapaz de establecer en este ámbito un cortafuegos que proteja un derecho reconocido literalmente en la Constitución (artículo 47).
Construcción y promoción son caras bastante tradicionales de un sector nuclear para el país en términos económicos. Ahorradores, grandes patrimonios y fondos de inversión consideran que la acumulación de inmuebles es un modo seguro de amasar riqueza y quizás esa certeza haya alejado por defecto la innovación. España dispone, no obstante, de algunas start-ups que incorporan la tecnología a este tablero tan frustrante y vital. La catalana 011h, fundada por los antiguos promotores de Privalia, comercializa un software que permite controlar cada hito de un proyecto, reprogramar plazos, conocer los gastos al dedillo y darle a la edificación residencial el toque urgente de la economía circular.
Desde Abu Dabi pero con un emprendedor asturiano al mando (Cristian G. Pastrana), eVoost transforma todo el proceso de investigación de mercado, marketing y ventas asociado a la actividad del promotor con una capa de IA y big data que también coloca al cliente en una situación ideal, pues en esencia puede comprar una casa desde el salón, a lo Tesla, como si se tratase de un artículo de Amazon.
Housfy funciona como una inmobiliaria digital y promete ventas en tiempo récord, aunque haya truco: si un piso no se va a vender en el plazo prometido, el agente siempre recomienda bajar el precio, solución que no inventa precisamente la rueda. Housers permite ejecutar inversiones en promociones inmobiliarias inspirándose un poco en Kickstarter. Spotahome está especializada en el alquiler de estancias por meses con la mente en estudiantes y trabajadores internacionales. Y Checktobuild recurre de nuevo a la IA para automatizar el control de las fases constructivas, aunque sin la narrativa de descarbonización de 011h.
Aparte de la inacción política, llama la atención que ninguna start-up aborde el problema desde el ángulo del treintañero que anhela emanciparse de sus padres pero no puede, del joven profesional que se ve empujado a compartir piso, o de quienes se encomiendan a la lotería como única fórmula para no dejarse la mitad del sueldo en un cuchitril. Llama la atención pero tiene sentido: si los poderes públicos no actúan para corregir una ineficiencia altamente lucrativa, ¿qué sentido tiene que el capital privado se disfrace de Robin Hood? Existen, en cualquier caso, ciertas aproximaciones tecnológicas que —sobre el papel— ayudarían a relajar la tensión inflacionista. Una de ellas consiste en crear una suerte de Airbnb a la inversa, esto es, una plataforma que intermedie entre propietarios de pisos turísticos y administraciones locales para ofrecer a aquellos incentivos fiscales a cambio de transformar el alquiler exprés en otro de larga duración.
Una opción adicional partiría del diseño de un software específico para cooperativas donde se incluyan herramientas legales, financieras y arquitectónicas para facilitar la compra colectiva de suelo y el derecho posterior a vivir en la vivienda sin poder venderla durante un periodo pactado, evitándose así la especulación. Además, con un motor de precios indexado a los salarios locales e inspección digital del inmueble mediante visión artificial e IA, se pueden fomentar contratos inteligentes a largo plazo con una rebaja extra que se condiciona a que el arrendatario asuma una serie de pequeños arreglos. En línea con la filosofía nipona contemporánea, también podría surgir una start-up proptech que transforme pisos vacíos o en malas condiciones en apartamentos funcionales en apenas uno o dos meses, con módulos estándar de cocina, baño y dormitorio, integración con financiación bancaria y ayudas a la rehabilitación. Con la tecnología casi siempre sucede lo mismo: querer es poder.
