Los habitantes de la España vacía dependen más del sector público
El 57% de los ingresos de las personas en municipios muy rurales, vinculados a pensiones y otras prestaciones públicas

Un grupo de agricultores trabajando en el campo. | EP
La brecha entre la España urbana y la rural no solo se mide en población o servicios, sino también en la procedencia de los ingresos. En buena parte del territorio rural, la llamada España vacía, el sector público se ha convertido en el principal sostén económico. Esto se debe por una parte al envejecimiento de la población y por otra a los empleos dependientes de las administraciones locales de los servicios esenciales como la educación y la sanidad.
Como consecuencia de esa radiografía socioeconómica, las rentas de hogares y personas muestran un nivel y composición muy diferente entre municipios según el estudio El alquiler de corta duración como revitalizador de la España rural elaborado por Analistas Financieros Internacionales (AFI) y analizado por THE OBJECTIVE. El estudio divide los municipios en tres: los considerados muy rurales (municipios con menos de 5.000 habitantes), los rurales (menos de 10.000 habitantes) y el resto.

La renta bruta por persona es muy similar, en torno a 16.000 euros. Sin embargo, la renta bruta por hogar muestra diferencias sustanciales que van de los 32.800 en los municipios muy rurales hasta 38.400 en los municipios rurales y 42.100 en los municipios urbanos. Unas diferencias entre la renta por persona y por hogar que se encuentran en el tamaño de las familias, más grandes según el entorno es más urbano (2,0 vs 2,4 vs 2,6). Esto se puede deber al elevado número de hogares rurales compuestos únicamente por parejas mayores o personas viudas, concluye el informe.
Ingresos públicos
Según el informe, el origen de esas rentas es sustancialmente dispar. Mientras que el 57% de los ingresos de las personas en municipios muy rurales dependen de pensiones y otras prestaciones públicas, este porcentaje cae por debajo del 40% en municipios urbanos. «La elevada tasa de dependencia y el envejecimiento en los pueblos, además de un mercado laboral débil (empresas pequeñas y en sectores de bajo valor añadido), está detrás de esta supeditación de las rentas rurales a las ayudas públicas».
Esta dependencia del sector público tiene un doble efecto, según los expertos consultados por este diario. Por un lado, garantiza cierta estabilidad en zonas en las que el sector privado es débil. Pero, por otro, «aumenta la vulnerabilidad de estas comarcas frente a decisiones políticas, recortes presupuestarios o cambios en la organización administrativa». Además, otros expertos consultados consideran que esta excesiva dependencia al sector público «dificulta la diversificación económica y frena la llegada de nuevas actividades productivas».
Un cuarto de la población sostiene al resto
La combinación de una población envejecida, poca atracción de flujos demográficos (de extranjeros y de otros municipios) y falta de acceso a servicios se traslada a una escasez de población activa, apuntan desde AFI. Si en los municipios rurales más del 50% de la población trabaja o está en búsqueda activa de empleo, esta cifra cae hasta el 30% en el caso de los municipios muy rurales (40% en el caso de los rurales).
Esto significa, según Analistas Financieros Internacionales, que apenas una cuarta parte de la población de estos municipios está empleado, más incluso que la población inactiva (en edad de trabajar, pero sin buscar empleo), un fenómeno que también se da en los municipios de menos de 10.000 habitantes. Lógicamente, esta descompensación entre habitantes trabajadores y no trabajadores pone presión adicional sobre la provisión pública de servicios.
Mercado laboral agrícola y atomizado
El informe de Afi también pone de manifiesto que el sector primario sigue empleando a más de un cuarto de los afiliados en los municipios rurales. Aunque la agricultura y la ganadería son las actividades tradicionales, su peso relativo en el empleo y en la renta ha caído de forma constante en las últimas décadas. La mecanización, la reducción del número de explotaciones y la volatilidad de los precios han debilitado un sector que en muchas zonas ya no garantiza suficiente estabilidad económica.
En paralelo, en estos pueblos también se aprecia una falta de servicios comerciales y de horeca (hoteles, restaurantes y cafeterías o catering), además de actividades de alto valor añadido, como las TIC, finanzas, seguros o científicas, lo que lastra su competitividad y les aleja de las tendencias económicas globales.
