THE OBJECTIVE
José Carlos Llop

Al asalto

«Inmediatamente otros editores han desembarcado como Hermanos de la Costa, bolsa en mano a modo de sable, con el objeto de comprar los derechos de la poesía de Glück, arrebatándoselos a los pequeños editores»

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Al asalto

Michael Dwyer | AP Images

Los editores amigos te descubren a veces escritores que te han pasado por alto y poetas que no has visto. Lo hacen editándolos, que es su oficio, pero también enviándotelos a casa o regalándotelos en cualquier encuentro. Hace un par de años, Manuel Borrás –editor de Pre-Textos junto con Manolo Ramírez y Silvia Pratdesaba– me regaló un libro de la poeta Louise Glück, Praderas, que me encantó y del que no voy a hablar ahora porque no es el caso. Pero tras haberlo leído vi que Pre-Textos había publicado otros cinco o seis libros más de la poeta norteamericana. Ese nuevo descubrimiento me hizo caer en la cuenta una vez más de todo lo que nos perdemos sin sospecharlo. Inmediatamente le pedí a Manuel que me enviara el resto de los libros de Glück.

El mes pasado a Louise Glück le dieron el Premio Nobel y la primera felicidad la provocó pensar que los Pre-Textos eran sus editores en España. Hay una especie de propiedad compartida sobre las cosas que los amigos hacen bien. Como hay un modo de sufrimiento compartido cuando las hacen mal, o quedan en mal sitio, o no saben desenvolverse en una situación embarazosa y entonces toca echarles un cable si te hacen caso –y si no, también–. Pero la alegría del acierto y el bien hacer es aún superior y una forma de regalo que hay que agradecerles a los amigos.

Todos los que lo somos felicitamos a Manuel Borrás y su equipo, como si formáramos parte del mismo. Como si también nosotros hubiéramos seleccionado a Glück –nunca más lejos– para que fuera editada en Pre-Textos. Pero las cosas de la amistad no acaban ahí. Haciendo flashback resultó que mi amigo Daniel Capó –también colaborador de The Objective– había asistido en Nueva York a una lectura de Glück en el año 1999, mientras él vivía allí. Al final se le acercó y charlaron un rato sobre los poemas y algo más. ‘Una mujer con un gran sufrimiento detrás’, me diría Daniel años después. Uno de los primeros artículos que se publicarían en España sobre la poesía de la Nobel antes de serlo fue, precisamente, de Capó.

Todavía hay más. El escritor José Vicente Quirante era un napolitano de adopción antes de que la ciudad lo nombrara hijo adoptivo hace pocas semanas. Amar una ciudad y que la ciudad te considere uno de los suyos es uno de esas alegrías que no se pueden explicar si no se han sentido. Bueno, pues cuando Quirante leyó Averno, de Louise Glück, convenció a un pequeño editor napolitano para que lo publicara en italiano. Y en Nápoles como en Valencia, al obtener la poeta norteamericana el nobel de Literatura de este año, se armó uno de esos tinglados que reconfortan y nos hacen pensar que no todo está perdido si unos versos escritos al otro lado del océano y traídos a casa por alguien que los ama son motivo de gran celebración. ‘En cada vida hay un momento o dos’, escribe Glück en El iris salvaje. Pues si se me permite: aquí hubo tres.

Pero las celebraciones han durado poco. O no tanto como han de durar las de Louise Glück, tan merecidas. Inmediatamente otros editores han desembarcado como Hermanos de la Costa, bolsa en mano a modo de sable, con el objeto de comprar los derechos de la poesía de Glück, arrebatándoselos a los pequeños editores que habían apostado por ella cuando en la lengua de destino era una desconocida. Y están logrando lo que desean porque el pez grande suele comerse al chico, pues mientras el chico está haciendo impecablemente su trabajo el grande se afila los colmillo en su madriguera acechando sus dividendos.

Al frente del reparto de los derechos y su nueva tarifa, el agente literario de la norteamericana, el gran Andrew Wylie, conocido en el mundillo como El Chacal, el hombre que todos querríamos tener de nuestro lado. Repito: todos los escritores querrían tener a Wylie como agente literario; lo consiguen pocos. Pero tanto los que lo logran como los que no, antes han pasado por un camino que si da la felicidad escribiéndolo, también está lleno de sinsabores, soledad, críticas, incomprensión y ningún o muy escaso dinero. Es cierto que todo eso no sirve para nada y no ha de contemplarse siquiera, pero estar, estuvo y fue, aunque quede atrás con el tiempo y el trabajo hecho. Y cuando un escritor es acogido en la escudería del agente literario más importante del mundo, sabe que de sinsabores, pocos, de preocupaciones sólo las personales, y de dinero, bastante bien en adelante. La escritura continuará siendo su placer o su problema y en eso nada cambia. Esto es así y así ha de ser siempre mientras el mundo lea.

Pero cuando ves los toros desde la barrera y cómo aquellos que apostaron por una poesía que aquí o a Italia no había llegado, se ven sometidos –por esa misma causa– a los embates darwinistas del mercado, te preguntas, quizá ingenuamente, qué pensará Louise Glück de estas cosas, si las sabe.

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