Lo viejo conocido
«Todo pasa muy rápido y nada permanece. La nostalgia por eso es cada vez más precoz. El ‘hit’ de hace dos años nos parece viejo, y por eso lo echamos de menos»
«Antes era bastante raro que un autor tuviera varios libros entre los diez primeros en el mismo año», escribe el científico Adam Mastroianni en un artículo reciente. «Desde 1990, ocurre casi todos los años. Ningún autor había tenido tres libros entre los diez primeros en un año hasta que Danielle Steel lo consiguió en 1998. En 2011, John Grisham, Kathryn Stockett y Stieg Larsson consiguieron dos libros cada uno».
Esta concentración oligopolística no es exclusiva del mundo editorial, sino que ocurre en toda la esfera cultural. En el cine, hoy casi el 100% de las películas taquilleras son precuelas, secuelas, spin-offs, remakes, reboots o expansiones de un mismo universo cinematográfico. Es decir, la taquilla está en las mismas manos año tras año. En la música, pasa lo mismo en los top 100. E incluso en los videojuegos, donde dominan unas pocas empresas que se dedican a lanzar las mismas sagas (¿cuántos Assassin’s Creed hay?).
«La nostalgia es un refugio, un lugar donde existe la ilusión de que las cosas no cambian, o no cambian tan rápido»
No es una evolución sorprendente. El sector cultural no es ajeno a las derivas rentistas y de acumulación de capital del capitalismo contemporáneo. La tendencia monopolista de las grandes corporaciones no es algo nuevo. Lo que quizá sí es nuevo es nuestra aceptación del statu quo. Es como si de pronto no pudiéramos salir de nuestra zona de confort. Somos los niños que piden una y otra vez la misma película o canción. En cierto modo, tiene sentido. La oferta es amplísima y nos provoca parálisis. No nos equivocamos si vamos a lo de siempre.
Pero también hay algo que tiene que ver con la velocidad. Todo pasa muy rápido y nada permanece. La nostalgia por eso es cada vez más precoz. El hit de hace dos años nos parece viejísimo, y por eso lo echamos de menos. Como todo va rápido, la nostalgia es un refugio, un lugar donde existe la ilusión de que las cosas no cambian, o no cambian tan rápido. La lógica de las sagas eternas cinematográficas es encontrar una manera de rentabilizar esa nostalgia, renovarla para que no muera. Obviamente consumimos muchísimo contenido nuevo, pero es efímero. Lo que nos acompaña es lo viejo que ya conocemos. Y los dueños de eso son los mismos de siempre.