THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

El libro que me salvó de la sequía lectora

«’El ojo de Goliat’, del escritor argentino Diego Muzzio, es una novela clásica que recuerda a autores tan dispares como Stevenson, Lovecraft o Salgari»

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El libro que me salvó de la sequía lectora

Detalle de la portada de 'El ojo de Goliat'.

El ojo de Goliat (Las Afueras, 2024), del escritor argentino Diego Muzzio, lo tenía todo para recuperar mis ganas de lectura. Llevaba meses leyendo ensayos por trabajo, y alguna que otra novela mediocre por placer (o falta de él). Un librero me recomendó (nunca me dejo recomendar: soy demasiado escéptico o, mejor, arrogante con mis lecturas) esta obra como antídoto. La leí en dos noches. Es importante leerla por la noche.

Es una novela clásica, que recuerda al varias veces mencionado en el libro Robert Louis Stevenson, pero también a autores tan dispares como Lovecraft o Salgari, y a series como The terror o películas como Shutter Island. No es exactamente de aventuras, pero su núcleo es la historia de un guardián de faro en una remotísima isla del Atlántico sur. Es una novela de terror, con personajes solitarios y perturbados, pasajes oníricos y simbólicos. Tiene la cantidad exacta de sobrenaturalidad, lo que la hace aún más terrorífica: la demencia de sus personajes resulta muy real.

«Es una obra de terror bélico sobre la Primera Guerra Mundial: hay escenas mórbidas y sádicas del frente»

Es un collage metaliterario ficticio de diarios, recortes de prensa, listas, anotaciones. Es, solo a ratos, y no muy profundamente, una novela de ideas, una amena reflexión sobre la ciencia y la psicología de principios del siglo XX, y sobre el fin de la Ilustración que supuso la Primera Guerra Mundial: el otro protagonista es un psiquiatra idealista, creyente en la hipnosis, que trata a excombatientes del conflicto que enloquecieron. Uno de ellos es el farero del Atlántico sur.

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El ojo de Goliat
Diego Muzzio
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Es una novela bélica, pero sin épica ni camaradería ni adrenalina; es una obra de terror bélico sobre la Primera Guerra Mundial: hay escenas mórbidas y sádicas del frente. Recuerda a los diarios de Ernst Jünger, e incluso, aunque no tiene mucho que ver, me recuerda a Ven y mira, la impresionante película bielorrusa sobre el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial en el frente oriental, que ve la guerra como un delirio demente y pervertido.

Y es una novela concisa, breve, que consigue algo muy complicado: en ella hay mucha miga, y sin embargo, resulta ligera y adictiva. Su efectismo está siempre contenido, e incluso en sus pasajes más excesivos no da la sensación de que engaña al lector. El ojo de Goliat tiene el mérito de las mejores novelas: aunque aborda una época y una cultura muy concretas, su aspiración (y su resultado) es universal y atemporal.

Leyéndolo, me venía a la mente el final de La montaña mágica, cuando el protagonista, Hans Castorp, acude al frente en la Gran Guerra. Es el fin de la Ilustración. El sueño de la razón se vuelve pesadilla. «Ha caído. No; se ha lanzado cuerpo a tierra porque le acechaba un perro infernal, un inmenso obús, un repugnante chorro de fuego salido del abismo. Está boca abajo, con la cara en el barro fresco y las piernas abiertas. El producto de una ciencia enloquecida, cargado del peor de los horrores, penetra oblicuamente en el suelo a treinta pasos de él, como el diablo en persona, y estalla con un espantoso alarde de fuerza, levantando una fuente de la altura de una casa…una fuente de tierra, fuego, hierro, plomo y humanidad en pedazos».

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