The Objective
Ricardo Dudda

Jim Jarmusch y la familia obligada

«En estas historias la familia es un accidente vital: si no les uniera una especie de obligación mutua, da la sensación de que estos personajes no se juntarían nunca»

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Jim Jarmusch y la familia obligada

Escena de 'Father Mother Sister Brother'. | Yorick Le Saux (Vague Notion)

«Es el antidrama lo que me seduce. Por eso odio los biopics. En un biopic solo interesan los momentos dramáticamente relevantes en la vida de alguien, puestos en fila uno detrás de otro. Eso no da ninguna idea de la vida de una persona, es solo una reducción barata de Hollywood», le dijo el director de cine Jim Jarmusch al periodista Luis Martínez. Jarmusch estrenó en Nochebuena Father, mother, sister, brother tres historias minimalistas y absurdas sobre la familia. Jarmusch es el gran maestro cinematográfico del relato corto.

Es también uno de los directores estadounidenses más interesados en el cine global de autor (cuando Letterboxd le preguntó por sus cuatro películas favoritas, una era El espejo de Tarkovski y otra la fantástica y extrañísima Celine y Julia van en barco, de Jacques Rivette), algo que se ha reflejado a menudo en su trabajo: la cultura japonesa en contacto con la americana en Mystery train (y también algo en Paterson), los guiños a Kaurismaki en Noche en la tierra, el cambio de idiomas y registros.

Su último filme me recuerda a las películas del coreano Hong Sang-soo: la circularidad y la repetición, los silencios, el absurdo. «Los silencios, las cosas entre las acciones, siempre han sido extremadamente importantes para mí, incluso temáticamente», le dijo a Martínez. «Los momentos que no son dramáticos siempre me han atraído. También se aplica al diálogo, a las pausas y a cómo habla la gente».

Las tres historias de Father, mother, sister, brother no se desarrollan mucho. En la primera, dos hermanos visitan a su padre y no saben de qué hablar. Es un padre universal: un poco desastre, desaliñado, parece que no sabe ni hacerse un huevo frito y sin embargo vive solo. Sus hijos no saben de dónde saca el dinero. Tras un rato sin saber de qué hablar, se marchan, y entonces el padre desvela su verdadera identidad. En la segunda historia, dos hermanas muy distintas entre sí acuden a su visita anual con su madre, que es una popular escritora que se niega a discutir sus obras (parece que porque son bestsellers). Toman el té, hacen small talk y, de nuevo, se despiden sin contarse mucho. Ni siquiera se ponen al día. La tercera historia cambia un poco pero también transcurre en sordina: dos hermanos se reúnen en París para vaciar el piso de sus padres recién fallecidos en un accidente de avión.

«Si se habla a menudo de las familias ‘elegidas’ (los amigos, la pareja) es porque muy a menudo la familia es una obligación»

En las tres lo más divertido es imaginar lo que no se ve. La película continúa fuera del cine. ¿De dónde ha sacado el dinero el padre de la primera historia? ¿Por qué la segunda familia no se reúne más que una vez al año, aunque viven en la misma ciudad? En la tercera el misterio es mayor: la historia de los padres fallecidos (con pasaportes falsos y viajes en avión privado) me hace pensar en revolucionarios profesionales, pero podría ser cualquier otra cosa. En estas historias la familia es una especie de extrañeza y obligación, un accidente vital: si no les uniera una especie de obligación mutua, da la sensación de que estos personajes no se juntarían nunca.

Si se habla a menudo de las familias «elegidas» (los amigos, la pareja) es porque muy a menudo la familia es una obligación. Jarmusch reflexiona sobre esa verdad universal sin artificios y con una sutileza muy poco común (se me ocurre solo Kelly Reichardt haciendo algo parecido) en el cine contemporáneo estadounidense.

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