THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

Baudelaire y los nuevos puritanos

«Para Baudelaire, la existencia de cualquier ley moral o tabú social intensifica el placer de la transgresión»

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Baudelaire y los nuevos puritanos

Wikimedia Commons

Se dice que Baudelaire fue un dandi aristocrático, «el Dante de una época decadente» (Barbey dAurevilly), un poeta maldito (Paul Verlaine), un poeta diabólico (Rubén Darío) A unos días de su bicentenario, es importante recordar a uno de los escritores más polémicos de la historia de la literatura debido a su agitada vida, caracterizada por los excesos, las adversidades existenciales y una visión del mal que lo coloca en la lista de los escritores malditos.

Baudelaire desvela en su obra un rechazo a los convencionalismos de su época e invita a sus lectores a favorecer una visión marginal y excepcional de los procesos sociales modernos, a despojarse de cualquier confortable identificación con las tendencias. Baudelaire es un excéntrico, un declarado «descendiente de la raza de Caí, pero sería injusto no recocer la complejidad de un autor a menudo contradictorio, que muestra también una faceta espiritual en poemas como Elevación. En conjunto, los poemas recogidos en Las flores del mal, dedicados a su maestro Gautier, reflejan una visión muy completa y desgarradora del ser humano, y demuestran que la esencia del artista es la búsqueda entre los abismos existenciales. 

Solamente desde esta exigente concepción existencialista del arte (y si algún escritor pudiera considerarse precursor del existencialismo, ese es Baudelaire), se pueden defender los cimientos sobre los que se asienta la cultura humanista. Algunos poemas recogidos en Las flores del mal fueron censurados por la justicia en 1857, lo cual contribuyó también a afianzar el aura maldita de la obra. Ahora, los nuevos censores sólidamente entrenados quieren que el arte sea un instrumento para el bien social. Regirse por el decoro y el buen gusto, o servir a la moral de su tiempo solo puede conducir a la autocensura del artista, que ve condicionada su creatividad para darle una forma aceptable y adaptada a los niveles de represión.

 Ante la nueva ola puritana que aspira a cancelar todo lo que perturbe las nuevas sensibilidades de los diletantes, el poeta nos muestra que la creación artística debe ser concebida como un ejercicio íntimo, y por lo tanto alejado de cualquier fin utilitario o moral. El arte no tiene nada que ver con la moral. La creación artística en Baudelaire solo puede tener una función antisocial, o por lo menos, asocial. Los intereses del individuo son a menudo incompatibles con los del bien social, y si el Estado debe ocuparse del bien social, ese no es el cometido del artista, que debe ocuparse de la preservación de la cultura. Y la cultura es minoritaria y es individualista o no es cultura (Dubuffet).

 En Baudelaire hay también una estética y una erótica de la profanación, que forma parte de la corriente coleridgiana, y que ha recorrido a el imaginario social a través de Poe y Baudelaire, hasta Wilde. El poema A una transeúnte de Baudelaire ha sido criticado por una poeta de mi generación porque se ha comparado la profanación de una norma social (el luto de la mujer en el siglo XIX) presente en el poema, con el «acoso sexual» del voyeur. El pecado de Baudelaire, según los nuevos inquisidores de la moral, es intercambiar una mirada fugaz con una mujer enlutada que pasea por la ciudad: «Yo, yo bebí, crispado como un extravagante, / En su pupila, cielo lívido donde germina el huracán, / La dulzura que fascina y el placer que mata». 

Hay un desencuentro moral y de valores entre el arte decadente de Baudelaire, que describe las imágenes de la miseria y de la decadencia, la naturaleza sinuosa de las pasiones, que conducen al lector a un inframundo tenebroso, y la cancel culture. Camille Paglia dedica su libro Sexual Personae a analizar los tabúes del nuevo puritanismo; la afixiante cultura que cancela y restringe toda transgresión moral y que persigue toda ambigüedad o subjetividad desinhibida. El hombre de la cultura woke está tan alejado del artista, como el historiador del hombre de acción.

Precisamente, para Baudelaire, la existencia de cualquier ley moral o tabú social intensifica el placer de la transgresión. Poder inspirar al lector con un poema lleno de contenido excéntrico, amoral o asqueroso es «una victoria de la imaginacióLa cultura de la cancelación, sobre la base de sus doctrinas posmodernas, intenta llevar a cabo una revisión de arriba a abajo que amenaza con cancelar cualquier autor que se atreva a sobrepasar los límites de la imaginación y transgredir lo políticamente correcto.

Como muestra Paglia, esta mentalidad choca frontalmente con corrientes como el Decadentismo, inspirado en el ideal clásico del arte por el arte a través de autores como Poe, Baudelaire, Moreau o Wilde, que muestran la decadencia, pero también la dignidad que contiene toda condición humana, hasta en aquellos lugares donde reina la angustia o el tedio existencial. «Tú conoces, lector, este monstruo delicado, Hipócrita lector, mi semejante, —¡mi hermano!» exclama Baudelaire en su poema Al lector. Parece como si le hablara a un lector que, 200 años después, vive en una especie de tedio existencial que le impide apreciar su poesía. 

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