China, el nuevo presidente USA y el liderazgo mundial
«El verdadero significado de la cita del próximo 3 de noviembre: lo que se decide es de qué manera y a quién encargan los votantes la lucha por el liderazgo mundial que amenaza seriamente China»
La pandemia ha infectado a ocho millones de estadounidenses, acabando con la vida de 214.302. Pero el presidente republicano ha cerrado su «semana de la enfermedad» reuniendo a un selecto grupo de seguidores en la Casa Blanca y arengándolos: «No dejéis que el virus os domine», como si la derrota de la patología fuera exclusivamente una decisión de la voluntad personal de cada uno de los ciudadanos.
Aunque los médicos que lo han atendido durante las últimos días en el privilegiado Walter Reed Medical Center (un exclusivo centro militar, propiedad de los Estados Unidos y radicado en Bethesda, a pocos kilómetros de la residencia presidencial) son cautos con respecto a la evolución de un septuagenario con algunas patologías previas, vida frenética y sobrepeso, Trump, el incorregible, ha afirmado «sentirse mejor que hace dos semanas. Es increíble, me han dado unas medicinas fantásticas». Igualmente es increíble que quien se ha negado a guardar cuarentena mantenga el intenso calendario de rallys para los próximos días, incluyendo Filadelfia o Florida.
Además, Trump está decidido a acudir al segundo debate con Joe Biden que, a falta de cancelarse, sigue programado para el próximo jueves 15 de octubre en Miami. El equipo presidencial se ha comprometido a hacer público un test de salud de Trump para aclarar dudas, pero se va retrasando.
Toda esta capa televisiva, el monocultivo trumpista de la simplificación y la banalidad, las muecas reiterativas de actor de único personaje, no llegan a ocultar el verdadero significado de la cita del próximo 3 de noviembre: lo que se decide es de qué manera y a quién encargan los votantes la lucha por el liderazgo mundial que amenaza seriamente China.
En esta partida, el gigante asiático es el mayor jugador que ha habido nunca en la historia, según dijo en su día, el que fuera primer ministro de Singapur, Lee Kuan Yew. Durante décadas Europa y América hicieron del régimen asiático el vientre fabril del mundo, pero en los últimos años ha fermentado una reacción, una inquietud, un temor, Estados Unidos ya no es la potencia indispensable, como concluyó Madeleine Albright. Después de la firma del acuerdo entre Obama y Xi Yin Ping, Trump ha intentado, como un oso, zafarse del dominio chino, a su manera, toscamente, tensando la relación con Europa y condicionando el Tratado del Atlántico Norte.
Una de las máximas de Deng Xiaoping era: «Observa fríamente, trata los asuntos con calma, mantén tu posición, esconde tus capacidades, gana tiempo, consigue cuanto sea posible». En China nació la Covid-19 y China ha sido la que, gracias a ella, más suministros sanitarios ha vendido. El 80% de nuestros antibióticos dependen de ingredientes chinos.
El diplomático Fidel Sendagorta, fue destinado como Director General del ministerio de Exteriores para la zona América del Norte y Asia. Estudió un año en Harvard sobre el ascenso chino y la evolución del poder en el mundo. Ha sacado sus propias conclusiones y ahora las vierte en el recomendable libro ‘Estrategias de Poder: China, Estados Unidos y Europa en la era de la gran rivalidad’ (Deusto).
China, un sistema sin libertades donde la creatividad individual da sus frutos para el régimen, está más avanzada en Inteligencia artificial, coches eléctricos, baterías o robótica que Estados Unidos y Europa.
Mientras la espectacularización de la campaña alcanza el paroxismo en luces, ruido y cuestiones personales, está bien traer aquí esta reflexión de Sendagorta: «Parecía que el mundo en su conjunto, después de la implosión de la Unión Soviética, iba a avanzar en la senda de la democracia liberal, de la economía de mercado basada en la iniciativa privada, y de la extensión de las sociedades abiertas, en las que la libertad y la igualdad individuales garantizan la protección frente a los abusos de poder y la arbitrariedad de los gobernantes, a través de la división de poderes y la independencia de la Justicia».