THE OBJECTIVE
Victoria Carvajal

De Wall Street al ‘Main Street’

«Para poder dar un verdadero vuelco al deterioro social y económico, Yellen necesita desbloquear cuanto antes el paquete de estímulo para reactivar la economía por valor de 900.000 millones de dólares, pero cuya aprobación aún divide al Congreso»

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De Wall Street al ‘Main Street’

Pablo Martinez Monsivais | AP

“Combinar los intereses de la banca privada con los del ciudadano corriente”. Ese fue el mandato fundacional de la Reserva Federal estadounidense creada en 1913 por Woodrow Wilson. Si hay alguien que ha sabido no olvidarse de lo que esa segunda parte del mandato implicaba, que la economía va también de la gente, es la futura secretaria del Tesoro elegida por Biden, Janet Yellen, anterior presidenta del banco central con Obama y directora del Consejo de Asesores Económicos con Clinton, las tres instituciones económicas más poderosas del país. Ganen o no los demócratas la mayoría en el Senado, aún pendiente de confirmarse, nadie duda de que esta mujer de 74 años, keynesiana convencida y gran experta en el mercado de trabajo, ocupará el cargo: concita la simpatía de los progresistas y los conservadores. Un mérito extraordinario en los tiempos de polarización política que corren.

El Nobel de Economía Paul Krugman destacaba en su última columna del New York Times la batalla que ha dado Yellen durante toda su larga carrera para reivindicar la importancia de las políticas macroeconómicas, fiscal y monetaria, en la lucha contra la recesión y el desempleo. Nunca lo ha hecho desde la ideología, sino desde la evidencia empírica. Y esa es la razón por la que los mercados financieros confían en ella. Poco parece importarles que Yellen dé prioridad a resolver los problemas del Main Street y no tanto de Wall Street. Celebraron su nombramiento con subidas hasta máximos históricos. Según un análisis del Wall Street Journal que recoge las declaraciones y predicciones de quienes formaron parte de la Ejecutiva del banco central estadounidense entre 2009 y 2013, años convulsos donde los haya tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, los pronósticos de Yellen fueron los más certeros.

Quizás por eso Obama la eligió en 2014 para liderar la poderosa institución, puesto del que la destituyó Donald Trump al poco de ocupar la presidencia en 2017. Una decisión que rompía con la norma no escrita (y respetada por sus antecesores) que desaconseja a cualquier nueva Administración sustituir al presidente de la Fed para preservar así la independencia y credibilidad de la institución. De poco le sirvió el imponente legado de la primera mujer que ocupó ese cargo: el paro se había reducido del 7% al 4%, la inflación se situaba en el 2,1% y la economía crecía al 2,3%.

El anterior presidente del BCE, Mario Draghi, cree que en Janet Yellen se da una inusual combinación: «conoce en profundidad la economía, entiende la política y tiene una gran empatía y capacidad para comprender los problemas sociales». La sensibilidad social de Yellen tiene su origen en la experiencia de su padre como modesto doctor en Brooklyn, cuyos pacientes en su mayoría procedían de familias de la clase trabajadora. «Escuché muchas veces en casa lo que suponía para una familia perder el empleo».

Una inquietud social que luego compartió con su marido, el economista y premio Nobel George Akerlof, a quien conoció nada más llegar a la Fed en 1977. Este definía así la idílica relación sentimental e intelectual con su mujer: «No sólo nuestras personalidades combinan perfectamente, sino que siempre hemos estado en perfecto acuerdo sobre la macroeconomía. El único pequeño desacuerdo que tenemos es que ella es más algo defensora del libre comercio que yo». Padres de un solo hijo, ambos profesores en activo y preocupados por tener que tomar la decisión de dejar a su retoño al cuidado de una tercera persona, desarrollaron a partir de esa inquietud una tesis sobre cómo un mejor salario estimula la productividad en el trabajo.

Akerlof, al igual que Yellen, ha sido gran defensor del legado de John Maynard Keynes, reivindicado en su tesis sobre el impacto de la información asimétrica en el comportamiento de los consumidores y los vendedores que le valió el Nobel. La Teoría General de Keynes ya incluía la importancia de los factores psicológicos y sociológicos en la conducta no siempre racional de los agentes económicos. Keynes estuvo también siempre muy presente en la formación de la próxima secretaria del Tesoro. Su tesis doctoral en la Universidad de Yale la hizo bajo la dirección de James Tobin, el profesor keynesiano por excelencia y padre de la célebre tasa a las transacciones financieras que lleva su nombre y que hoy despierta entusiasmo y rechazo a partes iguales.

De lo que pocos dudan es que el toque humano de Yellen es lo que necesita hoy con urgencia Estados Unidos, uno de los países más golpeados por la pandemia del coronavirus debido en gran parte a la irresponsable pasividad de la Administración Trump. ¿Su misión más inmediata? Implementar la llamada caring economy recogida en el programa electoral de Biden. Que identifica como prioritaria la inversión en la sanidad y los cuidados a la infancia, los discapacitados y los mayores.

Pero para poder dar un verdadero vuelco al deterioro social y económico, Yellen necesita desbloquear lo antes posible el paquete de estímulo para reactivar la economía, cuya aprobación se ha retrasado en un dividido Congreso, y que podría ascender a los 900.000 millones de dólares, pero cuya aprobación aún divide al Congreso. Una cifra equivalente a los 750.000 millones de euros pactados por la UE para su Plan de Reconstrucción, ahora secuestrados por la negativa de Hungría y Polonia a vincular estas ayudas al cumplimiento de los principios del Estado de Derecho. Lo que sí tiene claro la anterior presidenta de la Fed es que el aumento del gasto público es necesario para apoyar el crecimiento y la creación de empleo. La receta keynesiana por excelencia resulta idónea en el actual contexto de alto desempleo y baja inflación (1,2% en tasa interanual hasta octubre).

¿Y dónde está la Janet Yellen europea? Algunos opinan que podría ser la Profesora de Economía Mariana Mazzucato, defensora de la idea de un Estado emprendedor y experta en innovación. Mazzucato sostiene que el Estado no sólo debe dinamizar la actividad económica, sino también ser emprendedor y promover actividades económicas claves, ya sean las nuevas tecnologías, como han estado haciendo EEUU y desde luego China en los últimos años, o la economía verde. Al igual que Yellen, Mazzucato ha concitado el entusiasmo de un amplio espectro ideológico: desde el columnista del FT, Martin Wolf, al establishment del World Economic Forum pasando por la izquierda populista de Iñigo Errejón. Fascinante y esperanzadora convergencia de las ideas.

John, el abuelo paterno de J.M. Keynes, aprendiz en el taller de cepillos de su padre que logró restaurar la fortuna y gloria perdidas de la familia gracias a sus manos de jardinero y el cultivo de espectaculares dalias, debió de sentirse orgulloso de que su nieto pudiera acceder a Eton y a la Universidad de Cambridge gracias al lucrativo negocio de las flores. Una actividad que le permitió montar un pequeño imperio industrial y amasar una considerable fortuna en la época victoriana, según recoge la fascinante y exhaustiva biografía del profesor Robert Skidelsky sobre Keynes (RBA, 2013). Hoy las herederas intelectuales en activo del gran economista, como Janet Yellen o Mazzucato, tienen el gran desafío de resolver el triple dilema planteado por él hace casi 100 años: cómo combinar la eficiencia económica, la justicia social y las libertades individuales. Amén.

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