THE OBJECTIVE
Amando de Miguel

El atractivo del planeta rojo

Por algo los planetas eran dioses. Aparecían como estrellas, pero no fijas, sino semovientes. La primera desilusión fue cuando se demostró que no giraban en torno a la Tierra sino alrededor del Sol, como la Tierra misma. La literatura de ficción soñó muchas veces con poder conquistar Marte, el planeta rojo, el más cercano y presuntamente habitable.

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El atractivo del planeta rojo

Por algo los planetas eran dioses. Aparecían como estrellas, pero no fijas, sino semovientes. La primera desilusión fue cuando se demostró que no giraban en torno a la Tierra sino alrededor del Sol, como la Tierra misma. La literatura de ficción soñó muchas veces con poder conquistar Marte, el planeta rojo, el más cercano y presuntamente habitable.

Por algo los planetas eran dioses. Aparecían como estrellas, pero no fijas, sino semovientes. La primera desilusión fue cuando se demostró que no giraban en torno a la Tierra sino alrededor del Sol, como la Tierra misma. La literatura de ficción soñó muchas veces con poder conquistar Marte, el planeta rojo, el más cercano y presuntamente habitable. Pero la exploración con sondas nos ha confirmado que se trata de un terreno áspero, una atmósfera (si se puede llamar así) hostil. Nuestra Antártida podría parecer un balneario al lado de las estepas marcianas.

A pesar de todo, sigue funcionando el viejo atractivo de nuestro planeta vecino. Hay señales de que tuvo agua y puede que todavía haya rastros de ella. Es como agarrarse a un clavo ardiendo o hipercongelado. ¿No podríamos enviar una expedición de astronautas para empezar a colonizar el desierto de Marte? La empresa parece de momento una locura. No sería difícil el viaje de ida (aunque muy caro), pero el de vuelta resulta prácticamente imposible con los medios actuales.

La última propuesta consiste en organizar una expedición sin retorno. Es decir, los astronautas (de ambos sexos, claro) tendrían que asentarse sobre Marte sin esperar el regreso. No bastaría una sola nave. Habría que enviar una docena al menos, con el fin de establecer una colonia permanente, con los pertrechos necesarios para continuar allí la especie humana. Se necesitaría llevar una amplia muestra de animales y plantas. Otra vez el mito de Noé. De momento seguimos con la ficción.

¿No sería más hacedero empezar con la Luna? Ahí sí caben los viajes de ida y vuelta, aunque su coste siga siendo prohibitivo. Con el tiempo (digamos un siglo), las expediciones desde la Luna a otros planetas serían más llevaderas.

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