THE OBJECTIVE
Víctor de la Serna

El cielo amarillo de Pekín

A este cronista lo que más le ha impresionado de un par de visitas a la capital es ese cielo permanentemente amarillo de Pekín –hasta la noche es amarillenta-, con ese aire acre que te irrita la garganta y te agota al caminar.

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El cielo amarillo de Pekín

A este cronista lo que más le ha impresionado de un par de visitas a la capital es ese cielo permanentemente amarillo de Pekín –hasta la noche es amarillenta-, con ese aire acre que te irrita la garganta y te agota al caminar.

Pues que nos enteramos de que China ha multado a 652 empresas con un total de 1,67 millones de euros por contaminar el aire durante los cuatro primeros meses del año. Nos queda la duda de que sea 1,67 millones por empresa o 1,67 millones en total: en este caso, a 2.520 euros de multa cada una, da la impresión de que el incentivo para dejar de incumplir las normas es… más bien modesto, ¿no?

Visto el historial chino en cuanto a contaminación, esa modestia próxima a la burla no parece inverosímil, pero no nos pongamos en lo peor. Pongámonos en lo que dicen varias noticias recientes: que China por fin está moviéndose para atajar su problema medioambiental. Sería una buena noticia. A este cronista lo que más le ha impresionado de un par de visitas no es la Ciudad Prohibida, ni la Gran Muralla, ni el histórico Bund de Shanghai, ni el ambiente futurista con hoteles de más de 100 pisos en Guangzhou. No. Es ese cielo permanentemente amarillo de Pekín –hasta la noche es amarillenta-, con ese aire acre que te irrita la garganta y te agota al caminar. Contaminación a una escala inimaginable en Occidente.

La capital china es un lugar malsano para vivir. La quema a mansalva de carbón es la principal causa. Dicen que indirectamente pueden beneficiarse de la crisis entre Europa y Rusia por Ucrania, porque los rusos podrían venderles gas natural, más limpio. Pero hay muchos más problemas con un entorno dañadísimo: la desertificación avanza, dicen que ya a menos de 100 kilómetros de la capital. Son las contradicciones de un sistema que dicen menos voraz, más humano que el capitalismo occidental, con su denostada rapacidad. Ya. En fin: los chinos aún pueden decir que, a diferencia de la URSS, a ellos aún no les ha desaparecido un Mar de Aral.

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