THE OBJECTIVE
Fernando Garcia Iglesias

El Rey Tut

Howard Carter consiguió abrir un pequeño hueco en el muro que tapiaba la tumba del gran faraón Tutankamón. Introdujo su mano con la candela cuidadosamente. Tres mil años habían pasado desde que se cerró por última vez. La llama de la linterna brillaba con un parpadeo mortecino debido al aire caliente que salía de la tumba.

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El Rey Tut

Howard Carter consiguió abrir un pequeño hueco en el muro que tapiaba la tumba del gran faraón Tutankamón. Introdujo su mano con la candela cuidadosamente. Tres mil años habían pasado desde que se cerró por última vez. La llama de la linterna brillaba con un parpadeo mortecino debido al aire caliente que salía de la tumba.

Howard Carter consiguió abrir un pequeño hueco en el muro que tapiaba la tumba del gran faraón Tutankamón. Introdujo su mano con la candela cuidadosamente. Tres mil años habían pasado desde que se cerró por última vez. La llama de la linterna brillaba con un parpadeo mortecino debido al aire caliente que salía de la tumba. Carter esforzó la vista para acostumbrarse a la oscuridad. Tras él, acurrucados y envueltos en una nube de polvo, su mecenas, Lord Carnarvon y su mujer Evelyn y el asistente Callender esperaban ansiosos las noticias. La visión del interior de la tumba del rey Tut dejó a Carter mudo de asombro por unos segundos, y Lord Carnarvon, incapaz de contener el suspense un instante más, le preguntó: ‘¿Puedes ver algo?’. La respuesta de Carter ya ha pasado a la Historia: ‘Yes, wonderful things’.

Las ‘cosas maravillosas’ que Carter vio forman la mayor colección de antigüedades egipcias jamás encontrada. Desde su descubrimiento en 1922, muchos de los artefactos hallados en la tumba de Tutankamón han ido recorriendo museos alrededor del mundo, y han convertido al joven Tut en la más famosa momia y en el faraón más recordado. Sin embargo, solo recientemente hemos sido capaces de profundizar en la vida y muerte de Tutankamón, envueltas en fabulación y mito durante muchas décadas. Las nuevas investigaciones genéticas, antropológicas y radiológicas sobre el cuerpo momificado de Tutankamón muestran a un faraón débil, deforme, enfermo. Hijo de la relación incestuosa de dos hermanos ?el faraón Akenatón y su hermana carnal, conocida como la ‘Dama joven’? tendría una vida plagada de problemas de salud, tarado ya desde su nacimiento. Caderas de mujer y cuerpo afeminado, dentadura saliente, varias veces infectado de malaria que maltrató su sistema inmunológico, paladar hendido, escoliosis en la columna vertebral, epilepsia congénita del lóbulo temporal y, quizás lo más importante, enfermedad de Köhler, que habría deformado su pie izquierdo hasta el punto de tener que andar apoyado en un bastón toda su vida, muchos de los cuales se encontraron entre sus enseres, junto a una gran cantidad de medicinas de la época. El mito de un faraón, una deidad egipcia, que esconde, sin más, a un niño terriblemente enfermo.

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