Xavier Pericay: «El periodismo no es más que un reguero de anécdotas»
¿Qué otra cosa es el periodismo, si no memoria diaria?
Xavier Pericay (Barcelona, 1956) acaba de publicar en Athenaica Ediciones dos interesantes breviarios sobre periodismo: Las edades del periodismo, en 2021, crónica histórica de la evolución de nuestro medio, y Una generación viajera, este año, sobre la edad de oro del periodismo español, con sus nombres señeros: Chaves Nogales, Josep Pla, Gaziel y Julio Camba. En El Salón Contemporáneo, el escritor barcelonés, afincado en Mallorca, reflexiona largamente sobre el pasado, presente y futuro de este oficio y sobre por qué hay que regresar, una y otra vez, a los grandes autores del género.
En Las edades del periodismo (Athenaica, 2021), señalas que el periodismo mantiene una estrecha relación tanto con la búsqueda de la verdad como con el chismorreo y el cotilleo. ¿Por qué las anécdotas nos sirven para iluminar la realidad con tanta fuerza?
Son cosas distintas, pero hasta cierto punto complementarias. El periodismo busca la verdad porque esa es su función. Nace para contar lo que ocurre, «la historia que pasa», como decía Rafael Mainar. Pero para que el periodista pueda mediar entre lo que pasa y el público al que se debe, o sea, para ejercer su oficio con pertinencia, asegurándose de que lo que narra es cierto, necesita ante todo poner la oreja y fijar la mirada en lo que le rodea. Ser inquieto, curioso, impertinente incluso. El chisme que alguien le cuenta, o que alguien le cuenta que le han contado, puede ser el primer estadio de lo que luego terminará siendo una noticia. Los salons parisinos, los de las famosas salonnières del XVII y XVIII, en especial, se nutrían de cotilleos procedentes de Versalles y eran a su vez fuente de nuevos cotilleos. De ahí salen las primeras gacetas. Este es su público. Quienes frecuentaban estos salones querían estar informados de lo que pasaba. En París y en el mundo entonces abarcable. La curiosidad no es sólo algo humano. También es útil, tiene valor de cambio. Estar informado es un activo fundamental en cualquier faceta de la actividad política, económica o social. Lo era y lo sigue siendo. En cuanto a lo que dices de las anécdotas, está muy bien visto. El periodismo, en el fondo, no es otra cosa que un reguero de anécdotas, relevantes o no, debidamente contrastadas. La trampa en la que debe cuidarse de no caer el periodista es la de no conformarse con lo que la realidad le ofrece y querer elevar esas anécdotas a categoría introduciendo nexos semánticos, de causalidad sobre todo, ajenos a los hechos.
Al mismo tiempo, el periodismo resulta inseparable del espíritu de la Ilustración. Durante décadas y décadas, la prensa fue el gran educador de la sociedad. ¿Crees que la prensa sigue cumpliendo esa función?
Cierto. Los philosophes, por ejemplo, era asiduos de estos salons. El afán de saber, de conocer, tan bien reflejado en el proyecto de la Encyclopédie, supuso, junto a los inventos tecnológicos, el gran trampolín de la prensa, a partir sobre todo del siglo XIX. A ello se sumó la creciente alfabetización de las masas en las sociedades más avanzadas. Hoy en día, cuando todo el mundo está escolarizado, lo lógico es que la prensa no cumpla ya esta función. Además, las redes sociales ayudan poco. No se educa opinando, que es lo que se encuentra en general, en la red, sino instruyendo. El drama es que la instrucción, la transmisión del conocimiento, el estímulo por saber, la cultura del esfuerzo y del mérito, han sido prácticamente expulsados de las aulas del sistema público de enseñanza y sustituidos por eso que llaman la educación en valores. Total, la prensa, en especial la escrita, digital o en papel, ha recuperado en parte esa función educadora por dejación de los poderes públicos, de la propia administración educativa.
Hemos hablado antes de la verdad, pero al mismo tiempo, la prensa ha cultivado también la mentira al servicio del poder. Recuerdo que Christopher Clark en Sonámbulos subrayó el uso propagandístico de la prensa como una de las causas del clima bélico que condujo a la I Guerra Mundial. Baroja escribió: «Parece que los periodistas tienen siempre la misión de confundir, de desvirtuar y de dar a todo proporciones y caracteres falsos». ¿Qué relación mantiene el periodismo con la mentira?
Pues una relación bastante estrecha, por desgracia. Respecto a la I Guerra Mundial, en Francia se acuñó precisamente la expresión bourrage de crâne, que podríamos traducir hoy por «comida de coco», para aludir al papel desinformador y ajeno por tanto a la verdad que había tenido la prensa antes y durante la guerra. La prensa española, por cierto, no escapó tampoco al contagio. Aunque España fuera un país neutral, o precisamente por ello, muchos periódicos recibieron sobornos por parte de las respectivas diplomacias a cambio de publicar tantas mentiras como hicieran falta. En cuanto a la frase de Baroja, si mal no recuerdo, corresponde a los tiempos de la guerra civil española. Hay que entenderla en este contexto o en el de una Segunda República donde mucha prensa servía antes a los intereses partidistas que a la propia verdad. Al margen de todo ello, a menudo la mentira no es más que autocensura. Una verdad a medias es también una mentira. Y desde siempre la relación del periodismo con el poder, político o económico, se ha visto interferida por las presiones, las amenazas y las conveniencias. Eso no significa que no haya medios y periodistas honestos, claro. Los ha habido y sigue habiéndolos, por suerte.
En nuestra época, el periodismo se ha visto sacudido además por la fuerza de las redes sociales. Cada vez más nos informamos en redes y opinamos abiertamente en las mismas. Se pierden filtros, con lo bueno y lo malo que eso tiene. ¿Hacia dónde crees que se dirige el periodismo actual? ¿Cuál es su futuro?
Arcadi Espada dejó escrito que en Internet todo es mentira hasta que se demuestre lo contrario. Y lo escribió, creo, cuando todavía no existían las redes sociales. Figúrate ahora. Lo peligroso de las redes no es la opinión, por más que adopte a menudo la forma de un exabrupto de barra de bar, sino la información en bruto. Muchos hechos circulan en la red sin contraste alguno, sin que el periodismo haya intervenido para nada, sólo un emisor que a menudo aparece embozado en un seudónimo. Y luego están las fake news, construidas con intenciones manifiestamente perversas. No sé muy bien hacia dónde se dirige el periodismo, la verdad. Creo, eso sí, que siempre será necesario en una democracia liberal. Alguien tiene que controlar a los tres poderes tradicionales. Y si nos ceñimos al periodismo escrito, los datos parecen indicar que el digital es el futuro y el de papel un pasado que acaso vaya a subsistir, andando el tiempo, como subsiste una reliquia.
Recientemente acabas de publicar Una generación viajera (Athenaica, 2022), en el que trazas el periplo viajero de cuatro de los más grandes periodistas que dio España en tiempos de la República. Me gustaría que nos hablaras brevemente de cada uno de ellos y por qué debemos seguir leyéndolos. Manuel Chaves Nogales, por ejemplo.
Chaves tiene algo que lo distingue de los demás. Además de un excelente escritor, fue una pieza esencial en esa edad de oro del periodismo español que va desde el último tercio de los años 20 hasta la guerra civil. Como redactor jefe de Heraldo de Madrid primero y luego como director en la sombra de Ahora, el gran periódico de la Segunda República, apostó por los géneros entonces en boga en Europa, el reportaje y la entrevista, sin descuidar a los clásicos, la crónica y el artículo. Su pasión por el viaje llevaba aparejada una pasión por la técnología. Sus viajes en avión convertidos en reportaje son una muestra de ello. Todo en Chaves era modernidad. Y lo más importante para un periodista: dirigía el periódico y a la vez daba ejemplo con su escritura. Era de los que andaban y contaban, por decirlo a su manera. Su producción de aquellos años es impresionante. Por la cantidad y la calidad. Incluso La agonía de Francia, escrito ya en su último refugio de Londres, aunque adopte forma de ensayo, es pura materia periodística.
El éxito editorial de los libros de Chaves Nogales en España, ¿crees que se debe a un anhelo social por la tercera España? Una España no enfrentada, por así decirlo.
Yo creo que tiene que ver ante todo con la calidad de su escritura. Cuando uno lee a Chaves, y da igual de qué pieza se trate, se siente casi siempre como un observador privilegiado de la historia narrada. Su prosa es testimonial, fresca, vigorosa, envolvente. Originalísima. Pero también es cierto que un libro como A sangre y fuego, con aquel prólogo memorable fechado en 1937, y las propias narraciones que contiene, donde la barbarie de la guerra civil anda fielmente repartida, le convierten en un referente de esa España y de esos españoles que no estaban ni querían estar en ninguno de los dos bandos.
Josep Pla, por su parte, fue un periodista que trasciende por completo los límites del periodismo.
Los trasciende, sí, pero no por completo. En esto es muy significativo su fracaso con la novela. Pla, en toda su obra, no va más allá de la prosa de observación. En sus narraciones, es cierto, se permite licencias ficcionales que nada tienen que ver, o deberían tener que ver, con el periodismo. Pero el grueso de su producción es memorialístico. ¿Y qué otra cosa es el periodismo, si no memoria diaria?
¿Por qué Camba? ¿Por qué Gaziel?
Los dos eran mayores que Chaves y Pla. Camba 13 años mayor, Gaziel 10. Los dos habían viajado ya un montón cuando Pla, primero, y Chaves, más tarde, empezaron a correr mundo. Pero los cuatro compartían ese poso liberal que da una cultura basada en los principios de la Ilustración y la experiencia del viaje. Y compartían a la vez el escepticismo, el descreimiento, que tanto ayudan en la práctica del oficio. Gaziel creyó al principio en las bondades de la República, en gran parte por lo que suponía, gracias al Estatuto de Autonomía, de encauzamiento del llamado «problema catalán». Pero enseguida se dio cuenta de que aquello acabaría mal y así lo advirtió en sus artículos. Camba, por su parte, se fue convirtiendo en uno de los críticos más feroces el régimen y, por desgracia, más certeros. Quienes habían tomado el poder eran sus compañeros de tertulia y de café en décadas anteriores. Los conocía demasiado bien para engañarse. Y en fin, tanto Camba como Gaziel, al igual que Pla y Chaves, eran magníficos periodistas. O, si se prefiere, magníficos escritores.
Eugeni Xammar es mucho menos conocido fuera de Cataluña y, sin embargo, quizás fue el más formado y el mejor conectado internacionalmente de todos ellos ¿Qué opinión te merece Eugeni Xammar?
Xammar fue un gran periodista. Muy inteligente, muy formado, como dices, muy viajado también. Sus crónicas desde Berlín de los años 20 y 30 son modélicas. Xammar, al contrario que los otros tres, practicaba un periodismo más seco, más informativo. Pero su capacidad de análisis era inigualable.
Cartógrafo del pasado periodístico español, ¿cómo crees que juzgará el futuro el periodismo que actualmente se realiza en nuestro país?
Lo ignoro, aunque supongo que lo hará en función de como sea en este futuro el propio periodismo. Siempre juzgamos el pasado desde el presente. El periodismo de hoy es un periodismo muy distinto al de los años 30. Para bien y para mal. Es un periodismo en transformación, lleno de incógnitas e inseguridades, que debe enfrentarse como nunca lo ha hecho a la mentira, a la fragilidad del negocio y a la precariedad laboral. La revolución digital así lo exige. Espero, en todo caso, que en ese juicio futuro no salga demasiado mal parado.