THE OBJECTIVE
Juan Carlos Laviana

¿Están muertas las portadas?

«Los diarios y revistas en la web tienen un problema grave con la jerarquización de las noticias»

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¿Están muertas las portadas?

Un kiosko en Santiago de Compostela. | Juan Gómez (Unsplash)

«En la web no hay portadas porque no te acuerdas de ellas». Esta afirmación tan tajante corresponde al periodista y consultor Javier Errea, entrevistado recientemente por Mar Manrique en su muy interesante boletín de prensa Fleet Street

«Para mí, el elemento esencial de una portada es que tú te puedas acordar de ella y que cuando vayas a buscarla a la hemeroteca la encuentres -explica Errea-, porque una portada es el retrato de un día. (…) La portada tiene que ser memorable, y en la web no es memorable, porque está cambiando constantemente».

Los diarios y revistas en la web tienen un problema grave con la jerarquización de las noticias. Al leerlas en el móvil, todas parecen tener la misma importancia. El primer vistazo ofrece una sola noticia destacada. El resto, bajando el scroll, se presentan encajadas en un férreo esquema modular que las hace todas muy similares. Muchas veces con imágenes encapsuladas, lo que impide editar de forma adecuada las fotografías, convertidas  con frecuencia en meras manchas, en ilustraciones totalmente superfluas.

No es que no haya diseño en los digitales, porque lo hay y con frecuencia muy bueno, pero la propia naturaleza de la web no permite los alardes que permitía el papel. Queda mucho camino por recorrer. Empezando por el propio nombre. Seguimos llamándolos periódicos, cuando no tienen periodicidad, o diarios, cuando su frecuencia no es diaria sino constante. La herencia del papel es inevitable a falta de una denominación más precisa.

Para un digital resulta muy difícil sorprender al lector, algo que sí puede hacer el papel y hace cada vez menos por la influencia de la web. Dice Errea que «trataría de acostumbrar a mi lector a la sorpresa, que el acuerdo tácito entre las dos partes no fuera ‘venga, te voy a informar siempre más o menos así, porque soy reconocible’, sino que tú vas a saber que soy yo, pero te puedo sorprender mucho». Y concluye con un «eso sería muy bonito», mezcla de deseo e impotencia. 

En tiempos del papel, se llegaban a mantener reuniones de hasta dos horas para decidir una portada. El objetivo era, como bien dice Errea, sorprender al lector cada mañana. El mayor fracaso de esos maratonianos debates era que la portada se pareciera a la del día anterior. No hay dos días iguales. Las propias portadas de papel han perdido su importancia, han dejado ser un argumento de venta, de apelarnos desde el quiosco, porque apenas hay quioscos y ya no pasamos por delante de esos escaparates callejeros, porque, igual que en su momento ocurrió con los voceadores, están desapareciendo. La mayor parte de lo que nos ofrecen ya lo hemos visto en el móvil. 

¿Desde dónde nos llaman la atención hoy las portadas? Curiosamente, desde las redes sociales. A veces se diría que hacemos las portadas para Twitter o Instagram. Está el ejemplo de Juan Pablo Bellido, quien con casi cien mil seguidores, cada noche difunde las portadas de periódicos nacionales, internacionales y regionales del día siguiente. Inevitablemente, recuerda a los Vips de hace años que, al filo de la media noche,  ofrecían las primeras ediciones a quienes acudían devotamente a empaparse de la información del día siguiente.

Hoy en día, muy pocas personas -apenas una decenas de miles- llegan a ver las portadas en papel. Sin embargo, cientos de miles, sino millones, ven las portadas en redes sociales. No digamos ya las de las revistas. que en ocasiones realizan verdaderas obras de arte, auténticos carteles, capaces de concretar en una imagen de impacto y un texto sucinto un gran asunto de actualidad.

Baste recordar algunas sobresalientes de Time, New Yorker, The Economist, o las arrevistadas de Libération. Cómo el diario francés plasma la muerte de una personalidad en una portada se ha convertido en todo clásico del obituario. Portadas como la de «Nixon Resigns», del Washington Post, «Men Walk on Moon», del New York Timeso la de «Fracasó el Golpe» de Diario 16 son hoy elementos iconográficos indispensables de nuestra historia.

¿Cómo conseguir ese impacto en la pantalla de un móvil?  Ese es el gran reto del periodismo digital. Y más ahora cuando los lectores que entran por la home son los menos. Se repite en las redacciones de forma incansable que la home está muerta, para recordar que los lectores ya no llegan por la portadas, sino a través de buscadores o de redes sociales.

Los propios digitales lanzan con frecuencia a través de las redes un pantallazo, una foto fija, bajo el lema «ahora en nuestra portada» o «ahora en la home«. En ese «ahora» sin periodicidad posible está la clave. Probablemente cuando el lector acuda a verla ya será diferente.

Todo ello indica que echamos de menos las portadas, porque las portadas, como el retrato del día o de la semana, simbolizan la jerarquización, las noticias ordenadas, la valoración de la información. Todo lo contrario de un mundo hiperinformado, con tantas llamadas de atención que es imposible saber lo que está pasando. 

No hay tanta información como parece, el problema es que está dispersa y desorganizada. Cuando logremos ordenarla, habremos conseguido un mundo mejor informado. Empezando por la portada. El papel, tal y como lo conocemos, fue una labor de siglos. El digital apenas acaba de empezar a intentarlo.

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