Irlanda del Norte: ¿se queda?
«¿Pasará a la historia Boris Johnson como el líder que propició la unión de las dos Irlandas? ¿Lo que no consiguió el IRA lo conseguirá él? No es descartable»
¿Quién lo iba a decir? Boris Johnson tiene buenas razones para sentirse victorioso y aprovechar el momento para convocar nuevas elecciones como todo apunta que piensa hacer. El primer ministro británico ha conseguido negociar un nuevo acuerdo con los 27 países socios de la UE y que el Parlamento británico se lo apruebe aunque con reservas. Por la necesidad de escudriñar los términos del mismo. Y para facilitarle las cosas, además, los socios europeos acordaron este pasado viernes una extensión en la ejecución del acuerdo para que el Ejecutivo y Legislativo resuelvan de una vez sus diferencias. No es un cheque en blanco, pues la UE mantiene sus discrepancias sobre el plazo a conceder, aún por definir. El caso es que el máximo defensor del Brexit, protagonista de una campaña engañosa por la que aún debe rendir cuentas ante la justicia, partidario del do or die, o lo que es lo mismo llevar hasta el final su amenaza de salir por las bravas de la UE, ha logrado lo impensable hasta hace días: negociar con Bruselas un nuevo acuerdo para el Brexit y el apoyo del Parlamento británico. Pero eso sí, haciendo algunas concesiones en el camino. La primera, tener que pedir una nueva prórroga a la que se negaba. Y la segunda, y mucho más importante, la cesión sobre la cuestión de la frontera entre las dos Irlandas.
El que fuera hijo de burócrata europeo, educado en su infancia en colegios europeos, hizo una defensa acérrima de la cosa diferencial británica en su última y definitiva reunión con sus correligionarios europeos. Debió de sonar convincente porque todos accedieron a renegociar un acuerdo que hasta entonces estaba cerrado a cal y canto. ¿Por qué? En parte porque la paciencia de los 27 con el díscolo e insolidario socio británico se está agotando. Algunos especialmente Francia, le quieren fuera cuanto antes para despejar incertidumbres y recuperar la agenda europea. Pero, según cuenta el Financial Times, las negociaciones entre el Reino Unido y la UE avanzaron de forma definitiva tras la reunión que mantuvo Johnson con Leo Varadkar el pasado 10 de octubre. El primer ministro irlandés, de origen indio, fue quien convenció a Johnson para fijar la frontera con la UE fuera de las dos Irlandas. Era una forma de asegurar los acuerdos de paz. De no abrir de nuevo las heridas entre los dos territorios. La idea gustó a los socios europeos, que se abrieron a incorporar algunas peticiones menores del Gobierno conservador a cambio de salvaguardar los intereses del socio irlandés. Pero fue abiertamente rechazada por los unionistas de Irlanda del Norte, socios hasta ahora del Gobierno conservador, que se han sentido traicionados y han renunciando a seguir apoyándolo.
El caso es que la cosa diferencial de la que habla Johnson nada tiene que ver con los acuerdos comerciales. El Reino Unido quiere a toda costa mantener esa relación comercial preferencial con Europa pero aspira a recuperar el control del movimiento de personas. Y para ello ha transigido con algo que su antecesora en el cargo, Theresa May, aseguró que ningún primer ministro británico podría jamás aceptar: que la frontera con Irlanda, país miembro de la UE, se estableciera en el Mar de Irlanda y no con Irlanda del Norte, parte del Reino Unido. El acuerdo de Johnson establece que Irlanda del Norte permanezca en la UE en muchos aspectos fiscales (IVA) y de control sanitario o normativo de los productos importados, mientras el resto del Reino Unido puede decidir divergir de la legislación común una vez fuera de la UE. Si esa tendencia se consolida, ¿puede el acuerdo marcar el camino para que Irlanda acabe uniéndose y se independice del Reino Unido?
Así las cosas, el acuerdo de salida de la UE pactado por Johnson no sólo supone que el Reino Unido una vez fuera de Europa tenga que asumir el ya conocido desafío de la independencia de Escocia, cuya población es mayoritariamente pro europea. Si no que también puede encontrarse con el problema de que se quiera independizar Irlanda del Norte por sentirse traicionada (o abandonada) por Londres y vea mejores oportunidades económicas si mantiene su permanencia en la UE. Hay muchas voces que ya están alertando de este posible desenlace. ¿Pasará a la historia Boris Johnson como el líder que propició la unión de las dos Irlandas? ¿Lo que no consiguió el IRA lo conseguirá él? No es descartable. De paso, el Reino Unido fuera de la UE representa tan sólo un 3% del PIB mundial (Estados Unidos es un 16% y la UE un 22%). Y los efectos negativos del Brexit sobre la economía británica amenazan con reducir inevitablemente ese porcentaje en los próximos años. La capacidad de influencia y de negociación del Reino Unido se verá obviamente mermada debido a los efectos de su salida de la UE. Y más aún si su futuro pasa por la salida de Escocia e Irlanda. De tal forma que Gran Bretaña tiene todas las papeletas en convertirse en Pequeña Bretaña.