La biblioteca de Umberto Eco
«Cuanto menos pierda uno durante su vida, más dolorosa será la partida»
Las grandes bibliotecas me marean, no puedo evitarlo. Circula por las redes un vídeo en el que Umberto Eco se abre paso en un pasillo forrado de libros hasta alcanzar una habitación enorme con cantidad de estanterías, casi tan borgiana como la librería de su novela más célebre. Una cantidad de libros apabullante, que a mí me espeluzna. Las grandes bibliotecas me producen rechazo, quizá porque muchas veces traducen una codicia que no quiero volver a padecer. Le misma por la que alguien compra mucha ropa que luego no se pondrá.
Mi padre compraba libros de un modo enfermizo. Muchos no los leía, se quedaban apilados en un rincón de su despacho, igual que mausoleos. Él pensaba que sí, en el momento de adquirirlos. Que los leería todos hasta la última página. Yo he sufrido esa misma calentura al entrar en una librería de la ciudad, como si uno visitase la gruta donde se encuentran los tesoros de una banda pirata. Una avidez, más que curiosidad, como el hambre de muchos días. Ahora lucho contra esa enfermedad, la pongo a raya. Valoro más la resta que la colección, acaso porque soy de los que miran la muerte, como Rosa Montero. La escritora, tras ver el mismo vídeo, escribió en El País un artículo en el que afirmaba, presa del mismo vértigo que yo: «En la desnuda lucidez de la madrugada vi clarísimo de qué quería protegerse Eco: del dolor del mundo, del sinsentido de la vida. En definitiva, de la muerte. Igual que todos. Porque todo lo que los humanos hacemos, lo hacemos en última instancia contra la muerte».
Lo dicen todas las tradiciones: es bueno aprender la pérdida. La vida es una pérdida más otra hasta la pérdida total, la de la propia respiración. Cuanto menos pierda uno durante su vida, más dolorosa será la partida. También yo creo que es preferible el desprendimiento a la colección. Uno disfruta más las cosas si tiene pocas: la cantidad impide el saboreo. Prefiero el vacío y lo sencillo. No se trata de no leer. Hablo de un ansia, esa fiebre acumulativa. La tendencia a idolatrar. Mirar tu propia biblioteca una vez tras otra complacido, como se mira el anillo. No me gustaría vivir en la casa del fallecido Umberto Eco. Sí pasar unos cuantos días en La Gran Cartuja, y preguntarle a uno de sus habitantes: ¿Por qué sonríes en lo vacío? ¿Cuál es el secreto para vivir toda una vida en una habitación desnuda, donde nada te protege de la muerte?