THE OBJECTIVE
Victoria Carvajal

‘Lady inflation’

«¿Cuándo reducir los estímulos para evitar que un incremento continuado de la inflación desbarate el crecimiento y cómo hacerlo sin asestarle un golpe fatal a la misma?»

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‘Lady inflation’

Kai Pfaffenbach | Reuters

¿Transitoria o duradera? El mundo económico no se pone de acuerdo sobre si la evolución al alza de los precios es temporal o ha venido para quedarse. Cuando el crecimiento de las grandes economías aún no ha logrado situarse en los niveles previos a la pandemia y los fondos de reconstrucción apenas empiezan a llegar, el miedo a la que la inflación arruine la recuperación se extiende. ¿Habrá que moderar las políticas de estímulo monetario y fiscal en marcha? 

Leyendo sobre el tema me quedé anonadada con el testimonio de un fabricante de muebles francés que recogía esta semana el Financial Times: una parte importante de su producción está paralizada porque tiene que esperar tres meses para recibir unos tornillos procedentes de Asia. La anécdota representa el golpe que la pandemia ha asestado a la globalización: cadenas de suministro interrumpidas, cuellos de botella en la producción y el transporte… A lo que se suma el encarecimiento de la mayoría de las materias primas. 

Al parecer uno de cada tres fabricantes de muebles europeos se ha visto afectado. Incluida la poderosa Ikea. Si ese es el caso, imagínense el impacto en sectores como el del automóvil, la segunda industria exportadora en España (10% del PIB) y la de más peso en Europa después de Alemania. No sólo tornillos. Todos los componentes y materiales imaginables deben escasear. Es el talón de Aquiles de la recuperación.

Porque todo ello está retrasando la fabricación y provocando una escasez de muchos productos manufacturados. De forma que la oferta no puede atender la demanda, que se ha disparado debido a la aceleración del consumo. Tras el fin del confinamiento y la razonablemente eficaz campaña de vacunación, se ha dado rienda suelta al ahorro contenido durante los meses de encierro. ¿El resultado de este ajuste entre la oferta y la demanda? La inflación supera al 3% en la eurozona y roza el 5% en EEUU. Las tasas más elevadas de la última década.

El dilema al que se enfrentan ahora los bancos centrales y los gobiernos de las grandes economías, embarcados en tomar todas las medidas necesarias para procurar el crecimiento y salir de la crisis, es bien puñetero: ¿cuándo reducir los estímulos para evitar que un incremento continuado de la inflación desbarate el crecimiento y cómo hacerlo sin asestarle un golpe fatal a la misma? Una de las claves será si la subida de los precios se traslada a los salarios. Porque ahí esta habrá venido entonces para quedarse.

La primera en lanzarse a navegar estas aguas turbulentas ha sido lady Christine. Tras la reunión de comité ejecutivo el pasado jueves, la presidenta del BCE afirmó en tercera persona y parafraseando a Margaret Thatcher:“The lady isn’t tapering”. Su mensaje: la institución monetaria no abandona su programa de compra de bonos y activos financieros puesto en marcha durante la pandemia por un valor total de 1,85 billones de euros. Sí dijo, sin embargo, que el BCE irá reduciendo las inyecciones mensuales de 80.000 millones de euros «a medida que se consolida el crecimiento». Es la primera señal que envía el BCE sobre una posible moderación de su generosa política de estímulos. 

Los mercados financieros respondieron con ligerísimas pérdidas. La francesa supo así sortear el llamado Taper Tantrum, y que se refiere al descalabro financiero que siguió al anuncio parecido que en 2013 hizo Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal estadounidense (Fed), cuando comunicó que recortaría las inyecciones en los mercados dada la recuperación de la economía estadounidense después de la crisis financiera de 2008. Los inversores parecen confiados en que el BCE mantendrá su política laxa de tipos de interés y de compras de activos, aunque estas se vea ligeramente recortada. 

Unas compras que han permitido a países altamente endeudados como España e Italia, las más afectadas por la pandemia[contexto id=»460724″], financiar su deuda a tipos de interés negativos, a diferencia de lo ocurrido en la anterior crisis financiera de 2008-13. El crecimiento y el empleo en la eurozona depende de que se mantengan esos tipos de interés bajos. Y aún hay dos millones de desempleados más en el bloque económico con respecto al nivel pre pandemia. 

A diferencia de la Fed estadounidense, el empleo no es un objetivo en el ortodoxo mandato de la institución europea, pues sólo debe vigilar que los precios no superen el 2%, pero Lagarde ha conseguido introducir este como un indicador para medir la solidez del crecimiento. ¿Un nuevo cambio de paradigma? El tiempo lo dirá porque es difícil creer que los ortodoxos socios alemanes aguanten mucho más tiempo conviviendo con una tasa de inflación que en Alemania alcanza el 3,4%. 

Pero para cambio de paradigma el de Jerome Powell, el presidente de la Fed. Tan grande que The Economist habla incluso de la doctrina Powell. Quizás sea lo mejor que se puede salvar de la herencia recibida de la anterior Administración Trump. Nombrado para el puesto por el polémico anterior presidente, que se saltó la regla de oro de no cambiar al responsable de la política monetaria, entonces Janet Yellen, para asegurar la independencia de la institución, Powell fue capaz de distanciarse de su mentor. 

Desde entonces no ha hecho más que ganar autoridad en un entorno económico cada vez más hostil. Capaz de conectar con el ciudadano común, ha sabido a la vez ganarse la confianza de los inversores pese a adentrarse en un terreno desconocido con la introducción de un concepto laxo sobre la inflación, medida a medio plazo y no puntualmente. Su prioridad: la recuperación del empleo sin dejar de vigilar la inflación. Con la pandemia redujo de nuevo los tipos de interés a cero. Pero no descarta ir reduciendo las compras de bonos y otros activos financieros que por valor de 120.000 euros hace al mes la institución si el empleo mejora. Cuesta creer que Joe Biden, cuyo mandato se distingue por la apuesta de masivos estímulos fiscales, le destituya a principios de 2022 cuando expira su mandato. 

Lady inflation es el enemigo común a batir. Si bien el consenso sobre la necesidad de superar esta crisis con estímulos fiscales y monetarios extraordinarios es más amplio que nunca, las expectativas sobre la inflación pueden jugar una mala pasada a la recuperación. El miedo a que las presiones recientes sobre los precios se traslade a los salarios si se prolongan las circunstancias post pandémicas que desequilibran la oferta y la demanda, ¿llevará a las autoridades a actuar precipitadamente o, por el contrario, tarde y mal? De momento parecen acertar al considerarla un efecto transitorio y persistir en sus políticas laxas. Veremos si Lady inflation, Lagarde y Powell se siguen entendiendo…

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