THE OBJECTIVE
Fernando R. Lafuente

El resplandor del norte

«El ensayo de Bernd Brunner examina las narraciones históricas de los viajeros acerca de los fríos y sobrecogedores paisajes nórdicos»

Lo bueno de la vida
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El resplandor del norte

Galdhøpiggen, el punto más alto de Escandinavia. Forma parte de las Montañas Escandinavas. | Wikipedia

Libro

La invención del norte. Historia de un punto cardinal. Bernd Brunner. Acantilado, Barcelona, 2024. Traducción de José Anibal Campos. 272 páginas.

El Norte es más que un punto cardinal. Es un reguero de historias, leyendas, geografías, mitologías, músicas y películas. Un imaginario tan real como soñado. Un viaje infinito hacia una línea en el horizonte. Una línea de sombra y de luz. Bernd Brunner (Berlín, 1964), autor de un libro insólito y maravilloso como es Cuando los inviernos eran inviernos. Historia de una estación (Acantilado, 2020) lo vuelve a hacer. Es decir, vuelve a escribir un ensayo deslumbrante, arrollador en su festival de citas y autores, preciso en la elección de cada pasaje, ecuánime en cuanto a la selección de los capítulos y, como ya había adelantado en anteriores obras, transversal en cuanto a no limitar la historia cultural (a la manera del gran Peter Burke) a unos espacios limitados, sino a transgredir las fronteras entre ámbitos culturales y adentrarse en las historias más atractivas focalizadas en los más diversos campos de estudio. 

Ahora le toca el turno al Norte. Nada menos. Estudiar un punto cardinal desde la perspectiva histórica, documental, viajera, política, literaria y, rizando el rizo, cinematográfica, amén de musical y plástica. El Norte como protagonista. La Historia cultural rompe las cadenas del rancio academicismo y, siendo una obra profunda, condenadamente académica, no se atisba ninguno de los vicios habituales en este tipo de obras, porque su narración es fluida, cercana, vertiginosa, nada de la hojarasca académica que confunde valor y páginas. Como se adelantó en los primeros capítulos, el Norte depende, claro está, de dónde se coloque el que contempla el paisaje desde una dirección determinada. Sin duda, «el norte empieza donde acaba el sur» y al revés. Pero ¿quién define las fronteras? Para cualquiera, lo hemos visto a través de la Historia, su patria es el centro del mundo, su punto geográfico desde el que parten todos los demás. Cuidado con esto, es esencial. Algunos buscaron definir el norte, no era mala idea, a partir de la fauna que lo habita. Bueno, se puede. 

«Desde la Antigüedad, el Norte (y Occidente) se relacionaba con el frío y la oscuridad»

Para Brunner, «la historia del Norte puede contarse poniendo el acento en aspectos distintos». ¿Cuáles? Por ejemplo, los escritos de gentes que ni lo habían visitado (esto sigue siendo habitual, incluso hoy); a través de los relatos de viajeros, o descubridores que daban una idea más o menos aproximada, según ellos, de lo que habían visto, sentido, vivido. En el capítulo de las denominaciones la cosa se pone divertida: «Tule», «Norte», «Ártico» eran denominaciones que se utilizaban parejas, pero la clave es que desde la Antigüedad, el Norte (y Occidente) se relacionaba con el frío y la oscuridad, esto llegó hasta el siglo XVII: Otra curiosa característica que los innumerables documentos y volúmenes consultados por Brunner destacan es que la ensoñación de una montaña magnética es asunto reiterado en infinidad de crónicas. De ahí, a la deriva de que el norte podría significar el descubrimiento, o el hallazgo de nuevas riquezas y recursos naturales fuera otro de los enigmas, atractivos, que reunía el imaginario, o no, del norte. 

El lector, seguro, se preguntará: ¿Y de dónde viene la idea de representar el norte siempre en la parte superior de los mapas? Pues, de acuerdo con Brunner, viene de Ptolomeo, de los primeros cartógrafos, los Mercator, Martellus Germanus y Waldseemüller. Para volver a los recursos naturales, pronto se descubrió un producto muy deseado, la grasa de ballena cortada en tiras, y se utilizó el aceite de ballena hasta el petróleo en el siglo XX. Con las ballenas, el bacalao. De la energía y la gastronomía a las «artes mágicas», el norte es un reguero de leyendas, «de las costumbres paganas que estaban en auge entre los lapones de la época». Este hecho tendrá una trascendencia radical en el siglo XIX con los nacionalismos románticos surgidos, precisamente, en el norte, pero que, como sabemos, por ejemplo, en España, iban a extenderse al resto del continente europeo. Era «la llamada luz o resplandor del norte», escribe Johan Gerhard Scheller a principios del siglo XVIII, un «resplandor celestial». 

«Junto a las runas aparecen las Sagas, islandesas o nórdicas que tanto placer literario le provocaron a Jorge Luis Borges»

El marfil de las morsas y los narvales estaba asociado al norte, así como las enigmáticas ruinas, aparecidas en Suecia. ¿Qué se ocultaba tras esos signos? Diferentes tesis recupera Brunner para deleite y misterio del lector. Porque junto a las runas aparecen las Sagas, islandesas o nórdicas que tanto placer literario le provocaron a Jorge Luis Borges. Asunto de enjundia es, siempre: qué geografía es la nórdica, qué países la componen, cuál es su historia política, sus cambios y transiciones. Todo ello conllevaba repensar el continente europeo. Quién es del norte y quién pretende serlo (Alemania, Rusia, Inglaterra), más allá de Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia, Islandia. Un galimatías muy propio del convulso siglo XIX. Herder no se paraba en términos, pues empleaba «alemán, teutónico, germánico, gótico, nórdico, norteño, celta o escandinavo», según girara el viento. Se plantean dos coordenadas. El Norte y Asia, toma ya. Herder había leído a Leibniz y continuó la idea. De ahí a lo ario, un paso. Lo dieron. Fatalmente. 

El norte era misterioso. No sólo por lo de la piedra magnética y lo «astral» sino por lo que significaba en torno a la electricidad, los fenómenos luminosos, la aurora boreal y la estrella polar, todo le otorgaba a este punto cardinal un aura misteriosa. Ideal para la literatura y la música (Wagner). La cuestión es que comienza a cambiar lo del Grand Tour, y de viajar a Grecia, Italia, incluso, menos, a España y Portugal, la moda ahora es viajar al norte. Cambiamos a Homero por Ossian y a correr. Brunner amplía su ensayo a costumbres cotidianas que los viajeros cuentan y describen, e interpretan, la vida en el interior de las casas frente al sur que se hace en las calles, la tristeza como «rasgo esencial del Norte», y, nadie lo dude, la polémica sobre si el clima hace al hombre sin importar su genealogía. La circunstancia orteguiana. 

« Un libro fascinante en el que se plantea cómo los estudios históricos caminan hacia una Historia Total»


El autor no tiene dudas respecto a quien fue la gran embajadora o «mediadora cultural» entre el norte y el sur: Madame de Stäel, a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. El gran siglo del Norte. Un libro fascinante en el que se plantea cómo los estudios históricos caminan hacia una Historia Total que no se limita a los acontecimientos políticos, económicos, culturales, sociales, religiosos o militares, sino que extiende su campo de observación, e interpretación al vasto territorio de la compleja historia de la humanidad. Formidable.

Cine

La tierra prometida. Dirección. Nicolaj Arcel. Intérpretes. Mads Mikkelsen, Amanda Collin, Simon Bennerbjerg. Dinamarca. 2023. 127 minutos

Viaje el lector al Norte. Dinamarca, entre 1755 y 1763. Frederik V busca cómo transformar los brezales en tierra cultivable. La cuestión es complicada. Aquí no hay un gran desplazamiento de colonos. Nadie quiere ir. La dureza de la tierra, los problemas con los terratenientes locales enfrentados a la norma real, las dificultades de financiación ante posibles cambios de clima o devastaciones naturales. El páramo es un infierno. No hay ley. Pero, pero, un capitán, condecorado, de origen humilde, bastardo, Ludvig Kahlen (el formidable Mads Mikkelsen) se empeña en creer en la palabra del rey y se encamina hacia Jutlandia a tomar posesión de un puñado de tierras. Lleva un as en la manga para el cultivo (el kartofen alemán, para entendernos, la patata). 

«Que nadie se engañe, esto no es un melodrama bergmaniano, esto es un soberano western nórdico»

El capitán se convierte en jardinero, en cultivador, en granjero y se enfrentará, y de qué manera, a los oligarcas, prácticamente de mentalidad medieval, que habitan y enseñorean las tierras. Que nadie se engañe, esto no es un melodrama bergmaniano, esto es un soberano western nórdico, con todas las retóricas propias del géneros. Malvados, muy malvados, inocentes esperanzados, demasiado esperanzados y un rictus cariñoso del gran asunto dickensiano: la humillación social y la lucha por superarla y vencerla, algo así como el Barry Lyndon de Tackeray/Kubrick, con otro final. La obcecación del capitán frente a la crueldad de los poderosos. Lo que hace a este western nórdico, profundamente western y condenadamente nórdico, atractivo es cómo Arcel conjuga la complejidad de los comportamientos, con la precisión y las elipsis, propias de un buen relato cinematográfico, para mostrar cómo el bien y el mal no conoce fronteras, ni climas. Se puede ver en Movistar +.

Taberna

El Ermitaño. Arrabal Huerta de los Salados. Benavente. Zamora

Castilla hacia el Norte. El Ermitaño está en un cruce de caminos. Uno va hacia el Noroeste y otro hacia León y Asturias. Por ello, la parada más que obligada es benefactora. Hay que llegar justo cuando uno decide hacia dónde ir. Es parada habitual para quienes viajan hacia Asturias, y después la vida se ve de otra manera. Es decir, mejor. Está junto a la carretera y sus platos son la cocina tradicional castellana, pero con su punto singular. No es poco. Por ejemplo, su lechazo, el arroz de pueblo con chorizo, jamón, ternera al barro y manitas de cerdo. Menudo plato, para resucitar, por fin. Y qué decir del bacalao con manitas de lechazo guisadas, nada menos que guisadas, o las ancas de rana con huevo campero o la panceta crujiente y el costillar de lechazo. Viajar al norte siempre es reclamo de manjar y aquí, el manjar zamorano está servido en esta tórrida canícula tan habitual como cruel, que hay que conllevar a base de homenajes como los que uno se puede dispensar en lugares como El Ermitaño. Al final, ermitaños, tal y como se ponen las cosas, somos «nos»; es decir, todos.

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