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Víctor de la Serna

Memoria histórica… hasta 1931, por favor

Ya se ha glosado estos días la situación de penosa contradicción interna en la que se ha colocado el PSOE, recién llegado al poder, con su ataque frontal a lo que ve como herencia del horrible régimen franquista en la España posterior a Franco, incluida la hoy denostada Transición. Claro está, como aquélla fue consensuada entre políticos que procedían del Régimen, de la oposición interna y del exilio, la denuncia de la relanzada Memoria Histórica recae sobre todos ellos, incluidos los prohombres del propio PSOE: sin la participación de Felipe González, de Alfonso Guerra, de Gregorio Peces-Barba, de Enrique Tierno y de tantos otros, jamás habríamos tenido Transición. Fueron tan importantes como Fraga, Suárez o Carrillo. Y tan reprobables. ¿Qué espera Pedro Sánchez para repudiarlos, para quitar el carnet del partido a los que aún viven? Ellos blanquearon la dictadura y dejaron al dictador en su tumba de Cuelgamuros, según el nuevo credo, ¿no?

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Memoria histórica… hasta 1931, por favor

Reuters

Ya se ha glosado estos días la situación de penosa contradicción interna en la que se ha colocado el PSOE, recién llegado al poder, con su ataque frontal a lo que ve como herencia del horrible régimen franquista en la España posterior a Franco, incluida la hoy denostada Transición. Claro está, como aquélla fue consensuada entre políticos que procedían del Régimen, de la oposición interna y del exilio, la denuncia de la relanzada Memoria Histórica recae sobre todos ellos, incluidos los prohombres del propio PSOE: sin la participación de Felipe González, de Alfonso Guerra, de Gregorio Peces-Barba, de Enrique Tierno y de tantos otros, jamás habríamos tenido Transición. Fueron tan importantes como Fraga, Suárez o Carrillo. Y tan reprobables. ¿Qué espera Pedro Sánchez para repudiarlos, para quitar el carnet del partido a los que aún viven? Ellos blanquearon la dictadura y dejaron al dictador en su tumba de Cuelgamuros, según el nuevo credo, ¿no?

Como ya hizo José Luis Rodríguez Zapatero, Sánchez cuenta con la memoria selectiva o la desmemoria de los españoles de hoy para que no le echen en cara su ataque frontal a la reconciliación nacional de 1978. Y puede salirle bien porque, justamente, aquel acuerdo incluyó un pacto, no sabemos si tácito o no, para sacar del debate público, no sólo la historia de la dictadura, sino de todos los sucesos previos, a partir de 1931, que alimentaron la conspiración y luego la asonada de los militares. Los partidos de centro y de derecha se sumaron, evidentemente, a ese pacto. Y, al cabo de 40 años, ese silencio, esa ausencia de estudio serio de nuestra historia contemporánea en colegios y universidades, ha alimentado el mantra simplista de que un cruel régimen dictatorial siguió a una democracia irreprochable. Y, miren, no. El franquismo careció de legitimidad, pero también la República la había perdido.

¿Cuántos recuerdan hoy que en abril de 1931 se produjo un golpe de Estado blando aprovechando unas elecciones locales que ganaron los partidos de derechas? ¿Y cuántos que el propio PSOE, el de la rememoria histórica hoy, protagonizó un golpe de Estado duro en octubre de 1934 contra la propia República? Y las persecuciones y matanzas religiosas, y las cunetas cubiertas de cadáveres, de las que hubo tantas por parte de los dos bandos enfrentados…

Entre los años 30 y los 70 del siglo pasado, la Historia de España fue un cúmulo de abusos y violencias de las que no pueden salir indemnes ni la izquierda ni la derecha, y el PSOE figura entre las fuerzas políticas que más contribuyeron a ello. Es indecente ahora reescribir esa Historia como lo están intentando.

Un gesto inteligente que nos hizo concebir esperanzas de que todos estaban dispuestos a reconocer los desmanes propios, y no sólo los ajenos, fue el que se produjo en la primera operación de cambio de nombres de calles de Madrid tras la muerte del dictador. El Ayuntamiento estaba entonces controlado por el PSOE -el de Tierno, el de la Transición- y su decisión fue devolver a las vías urbanas sus nombres anteriores, no al 18 de julio de 1936, sino al 14 de abril de 1931. Un pequeño gesto, pero cargado de simbolismo: vamos a superar el legado de la terrible dictadura, pero también el de aquella república que se encargó de deslegitimarse a sí misma.

Aquellos socialistas abandonaron el escenario nacional, sustituidos desde 2004 por los falsarios de la nueva generación. Y ahora regresan con un discurso todavía más maniqueo e impostado que el de Zapatero. Tiene hasta cierto mérito. Éste nos llegó a parecer insuperable. Y resulta que no.

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