Haya paz

Los últimos años de vida política española están siendo muy agitados. Por «agitados» entiendo convulsos, histéricos, crispados, pelmazos, ineficaces e insoportables. No hay día en que la clase dirigente no aburra a la sociedad con un asunto disparatado que carece de la menor relación con el bienestar público o con ese progreso del que se ufanan los incompetentes del Gobierno. La causa principal es la necia ambición de Pedro Sánchez, dispuesto a destruir el país con tal de conservar el poder, lo que le ha llevado a fundamentar sus actos en los equipos más gamberros y analfabetos de la historia democrática española.

¿Hay algún país europeo en el que los medios de comunicación se dediquen durante días a comentar las masturbaciones de una secretaria de Estado, la gallega Rodríguez? Y no por estupidez periodística, sino porque ella misma lo ha propuesto a la población como medida de progreso. El nivel de nuestros representantes haría mal papel en un patio de colegio. Y el desprestigio del país es irreparable.

Gobernar con Podemos y los separatistas vascos y catalanes, además de un pellizco de comunismo antediluviano, es como llevar de excursión a los niños de clase con un puñado de trinitarios, otro de navajeros y un grupo de menas con machetes. De la entera historia democrática española tenemos el gobierno más enemigo de la ley (empezando por la Constitución), de la policía, de los empresarios, del capitalismo, de casi todo excepto de la sexualidad de las minorías. ¿Qué quieres hacer con esos mimbres?

«En el origen de todo este disparate hay que poner la traición de la izquierda clásica, la cual es hoy una izquierda reaccionaria»

Uno de nuestros mejores cerebros, Félix Ovejero, hace tiempo que diagnosticó el mal: en el origen de todo este disparate hay que poner la traición de la izquierda clásica, la cual es hoy una izquierda reaccionaria, como él la llama. Me parece muy recomendable el libro de conversaciones entre Félix Ovejero y Julio Valdeón que con el título de La razón en marcha ha publicado Alianza Editorial. Allí están todos los juicios necesarios y excelentes de mi tocayo. Les pongo un ejemplo sobre la vergüenza catalana que me ha llegado a través de una amiga (¡gracias, Cayetana!) y que no tiene desperdicio:

«Si alguien cree que hemos ganado porque ya no plantean la independencia, se equivoca. Sólo ve una parte del mapa. La clave es pensar en el horizonte de posibilidades que se abrió en 2017. Han monopolizado el poder con un sistema en el que todos los corruptos encuentran trabajo y cobijo. No importa la ley, ni importan las más elementales consideraciones morales. La Constitución no rige en Cataluña. Es una muerte en vida, sin esperanza ninguna y con una atmósfera envilecida».

Y esa prepotencia de los corruptos nacionalistas no es sino otra prebenda otorgada por los sanchistas, la izquierda reaccionaria, a cambio de sillones, prebendas, corruptelas y enchufes.