El ensayista desperdiciado
A Umbral, las novelas de Mario Vargas Llosa le aburrían bastante. Opinaba que era un ensayista desperdiciado en la novela
A Umbral, las novelas de Mario Vargas Llosa le aburrían bastante. Opinaba que era un ensayista desperdiciado en la novela
Retorna Mario Vargas Llosa a la novela, después de aquel Premio Nobel que para él ha sido toda una indulgencia plenaria, porque ya han enmudecido muchas de las voces que le zarandeaban, casi siempre por cuestiones políticas. Desde entonces algunos le aplauden porque le han dado el premio que le negaron a Borges, en una especie de torpe reparación histórica; otros porque el peruano le amorató un ojo a Gabo de un derechazo; unos pocos por haber cambiado a Sartre por Hayek, uniéndose a la moda novísima de que para llegar a ser un ilustre liberal antes es necesario haber coqueteado con el maoísmo -quizá porque no se trata de conversión profunda, sino de la evolución lógica del mismo pensamiento- y, en ?n, incluso habrá quien le ovacione simplemente porque disfruta con sus libros.
A Umbral, sin embargo, le aburrían bastante. Opinaba que Vargas Llosa era uno de los tantos buenos ensayistas desperdiciados en la novela. Y es una pena no poder saber si se hubiese sumado hoy a la ovación universal o si, por el contrario, mantendría sus objeciones a la obra del Nobel. Así, todos los discípulos umbralianos -que abarrotan los periódicos-, tendrían algo de luz para una discusión literaria, debate que de momento queda en suspenso, porque no hay quien se atreva a ocupar la tribuna del crítico feroz.
“El héroe discreto”, su última novela, va a tener muy pocos detractores. Si incluso en lo político parece haberse decretado el indulto a Vargas. Tal vez por la aureola de autoridad que proporciona el premio Nobel. Pero también porque en los grandes temas no se aparta del pensamiento dominante, incluso de?ende con vehemencia el derecho al aborto, como si su liberalismo hubiese llegado hasta la secta de Ayn Rand.