Liberalismo es mercado y es ley
El Papa Francisco se ha pronunciado sobre el capitalismo y la globalización, y algunos cristianos que ya suponíamos lo que se avecinaba no podemos estar de acuerdo con la simplificación inherente en esas palabras que, como hacía aquella teología de la liberación, tan americana como el Pontífice, buscan en la libertad económica la explicación de las desigualdades que reinan por doquier.
El Papa Francisco se ha pronunciado sobre el capitalismo y la globalización, y algunos cristianos que ya suponíamos lo que se avecinaba no podemos estar de acuerdo con la simplificación inherente en esas palabras que, como hacía aquella teología de la liberación, tan americana como el Pontífice, buscan en la libertad económica la explicación de las desigualdades que reinan por doquier.
El Papa Francisco se ha pronunciado sobre el capitalismo y la globalización, y algunos cristianos –que ya suponíamos lo que se avecinaba– no podemos estar de acuerdo con la simplificación inherente en esas palabras que, como hacía aquella teología de la liberación, tan americana como el Pontífice, buscan en la libertad económica la explicación de las desigualdades que reinan por doquier. Negando la mayor, no podemos, sin embargo, dejar de reconocer que el capitalismo debe limpiar sus cuadras, tarea hercúlea donde las haya, para corregir lo que se ha hecho y se está haciendo mal.
El libre mercado es la única organización económica que, cuando tiene de libre más que el mero nombre, ha logrado en los tiempos modernos distribuir racionalmente recursos, crear riqueza y hacer progresar a muchos países, gran parte de los cuales no proceden del tradicional ‘primer mundo’. Pese a los catastrofismos de los que esta semana hemos tenido un recordatorio, Asia ha progresado innegablemente y hasta el continente desheredado, África, está creciendo y sus pueblos están mejorando su nivel de vida. Y eso se debe a la economía de mercado.
Los liberales, defensores de esa economía, creen que el libre mercado debe ir de la mano de leyes sensatas y justas. El liberalismo es libre mercado y ley. Pero el neoliberalismo, a veces tan diferente de la versión clásica, prefiere la ausencia de ley, o ‘desregulación’ en voz eufemística, que aplicada radicalmente llevó a los abusos y burbujas. Estallada la crisis, uno de sus padres, Alan Greenspan, descubría, horrorizado, que la codicia humana podía pervertir la capacidad autorreguladora de los mercados: «Los que hemos creído en el interés propio de las instituciones bancarias por proteger el valor de las acciones de sus accionistas estamos en un estado de incredulidad atónita». El abuso es Bankia y demás. El abuso es el que deja a la gente en la calle. Pero el abuso no es liberalismo, y el liberalismo puede corregirlo