Ucrania, el problema que no cesa

Los ucranianos tienen pues un problema. Pero llevan 21 años haciendo como que no lo tienen. Se llama corrupción generalizada.

Apenas quedan tres días para que finalice el ultimátum dado por las autoridades de Kiev a los que protestan en las calles para que cesen en sus acciones de bloqueo de instituciones clave y protesta continua en la calle. Produce melancolía observar como esperanzados ciudadanos que a la vez están muy enfadados, cifran sus esperanzas en mejorar sus condiciones de vida y sus expectativas de futuro en el entorno onírico de la UE. Se presenta el conflicto como el resultado de una partida de poder entre Moscú y Bruselas con el pueblo ucraniano como rehén y a un Presidente como Yanukóvich como títere en manos de ambas capitales. La propaganda, una vez más, funciona a toda máquina. 

Las cosas son un “pelín” más complejas. A saber: nadie ha explicado a los sufridos ucranianos que la actual UE es un espejismo. Que sus anhelos de mejora no pasan por una estricta gobernanta que les acabará haciendo la vida imposible y llenando los bolsillos de unos cuantos. Nadie les ha explicado que en la Europa de los “liberales pop” no van a encontrar más que continuas cesiones de su ya escasa soberanía y que si en el futuro, Dios no lo quiera,  accedieran a la Eurozona, entonces el sufrimiento aumentaría exponencialmente a poco que se resfriaran en términos económicos. Nadie en definitiva les ha dicho que la Europa actual no será la solución que buscan sino que se convertirá en parte de sus complejos problemas.

Pero a los ucranianos partidarios de la opción de Moscú, que ni es opción ni es nada, no hace falta que nadie les explique lo que supone estar bajo la atenta mirada de un ex espía como Putin, mafioso político donde los haya. Eso lo saben. Lo llevan experimentando desde que el 24 de agosto de 1991 alcanzaran la ¿independencia? 

Los ucranianos tienen pues un problema. Pero llevan 21 años haciendo como que no lo tienen. Se llama corrupción generalizada. Desde la Presidencia de la República hasta el último de los “ciudadanos”. Todo en Ucrania se mueve sobornando a alguien. Desde la transacción más pequeña entre particulares a cualquier intercambio con la administración. Y mientras que no pongan coto a esa lacra, ni la UE, ni Moscú ni cualquier alianza internacional, sacará al país del dolor, la injusticia y la desigualdad. Ya lo han intentado cuatro Presidentes y, salvo en el desarrollo inmobiliario, nada han avanzado.