Canción cubana de Navidad

Latinoamérica camina y a pesar de los palos en la rueda que los súbditos del capitalismo se empeñan en poner.

Raúl Castro plantea un nuevo paradigma para la economía cubana. No son pocos los retos pero si algo tiene claro es que aprenderá de nosotros, los europeos, en lo que no se debe hacer. 

El Caimán Verde del Caribe sigue tratando de innovar y en la mayor parte del mundo «desarrollado» continuamos dándole la espalda. Argumentos manidos que en algunos casos exageran sin una autopercepción tan crítica como la que se permiten aplicar para valorar los avances de la Revolución. 

Latinoamérica camina y a pesar de los palos en la rueda que los súbditos del capitalismo se empeñan en poner, levanta la cabeza con mucho esfuerzo para reivindicar su distinta manera de hacer las cosas, tratando de mantener por encima de todo la  dignidad de los pueblos. 

La condescendencia de los llamados países desarrollados no permite realizar un ejercicio de autocrítica. Ni tan si quiera en estos días en los que hasta los que se las dan de laicos felicitan estas fechas. Celebración que, más allá de concepciones religiosas, fundamenta su existir en el consumo exacerbado y obsceno. Resultado de una lobotomía realizada por la sociedad de consumo que ha aniquilado a los ciudadanos para convertirlos en útiles ejércitos armados de tarjetas de crédito y dispuestos a cargarse de banales productos que pagarán en incómodos plazos. Y llenarán sus estómagos hasta caer enfermos, tirarán toneladas de alimentos mientras millones de personas siguen muriendo de hambre. Y los más devotos se darán golpes en el pecho en la Misa del Gallo luciendo sus últimas adquisiciones para marcar la diferencia, que para eso sirve todo este circo. 

Silvio Rodriguez escribió una canción de navidad que bien señala la hipocresía y la vaguedad de conciencia de quienes dicen creer en algún dios que supuestamente vela por La Paz, la justicia y buenaventura de los pobres. De Cuba vienen letras como ésa y otras muchas cosas de las que los que nos creemos «desarrollados» bien podríamos aprender. 

Ojalá estas fiestas sirvan para empacharnos de la avaricia que mueve el mundo. A ver si es verdad que ese «espíritu de la navidad» ponga a dios en la tierra y eche a los mercaderes del templo.