Bailar bajo la lluvia
La frase no tiene autoría conocida, ni se sabe el cómo, cuándo y por qué fue la primera vez que alguien la dijo y alguien la transmitió convirtiéndose en referente
La frase no tiene autoría conocida, ni se sabe el cómo, cuándo y por qué fue la primera vez que alguien la dijo y alguien la transmitió convirtiéndose en referente
Alguien a quien quería, respetaba y fue referente en mi andadura profesional me dijo hace años, -precisamente al iniciar mi aventura periodística- una frase que ha formado parte de esa trayectoria vital que, sin saber por qué, se convierte en genérica. Una reflexión que sirve para todos los que en un momento dado necesitan una palabras de ánimo, de aliento o simplemente un soporte para contrarrestar el mal humor de un jefe, el desinterés de quién creías amigo, el mal gesto del colega o simplemente un mal día.
Lo llamativo de la frase en cuestión es que sirve también de ritual para personas que nunca se conocerá, ni se encontrará porque sus hemisferios y paralelos terrenales son casi incompatibles; salvo que el destino lo quiera. Y aún en ese caso, es más que cuestionable dentro de lo que podría denominarse lógica cotidiana.
La frase en cuestión no tiene autoría conocida, ni se sabe el cómo, cuándo y por qué fue la primera vez que alguien la dijo y otro alguien la transmitió convirtiéndose en referente para unos, reflexión para otros y agradecimiento para esos habitantes de poblados indonesios que no la verbalizan pero la escenifican. Y esa frase no es otras que “No hay que esperar a que pase la tormenta, hay que aprender a bailar bajo la lluvia”