Francisco, inmenso
En nueve meses ha conseguido más que otros Papas en años.
En nueve meses ha conseguido más que otros Papas en años.
En nueve meses ha conseguido más que otros Papas en años. Bergoglio, el Santo Padre que dijo llegar del fin del mundo, el Papa de los parias de la tierra, Francisco, ha sido una bendición para los creyentes y para quienes no lo son. Alguien que le trata con frecuencia me dice que teme que acaben con su vida. Hace bien en tomar precauciones. Sus actos constituyen una revolución que es excesiva para una Curia en la que muchos, por su comportamiento, están tan cerca de Dios como de la luna.
El Papa Francisco me tiene cautivado. Siento un respeto fomidable por este Papa, como no he sentido por ningún otro. Me parece un hombre inmenso, con una formación magnífica, humilde, bueno, comprometido, valiente, decidido, coherente, bondadoso. Conseguirá o no sus objetivos. Pero ha removido los cimientos de una institución escloretizada, a años luz de lo que debiera ser. El Vaticano ha sido durante siglos una cueva por la que han pululado personajes que han desprestigiado a la Iglesia, que han librado batallas mundanas, económicas, de mero poder, que han abusado, incluso hasta límites delictivos, de sus sotanas violando principios morales, éticos, religiosos y jurídicos. Que se han pasado por el forro la doctrina moral de la Iglesia comportándose de modo infame, eso sí, rodeados de un boato impropio y falso como Judas. Y no es eso. La Iglesia no es eso. Y Francisco lo sabe.
Me consta que se ha propuesto reponer, rescatar la sustancia, la médula del cristiamismo. Tiene por delante una tarea hercúlea. Y no solo ha cambiado la imagen. Ha puesto en marcha una catarata de cambios de fondo que veremos donde termina. Yo no dudo de su empeño por llegar al fondo de su tarea. Pero no se si tiene ejército suficiente a su lado para una guerra de ese fuste. Palabras mayores. Dios quiera que sí.