La mirada de Sphozmai

Los talibanes en Afganistán siempre han negado usar niños en los ataques suicidas, pero los autoridades aseguran que al menos media docena de menores han muerto en el último año al ser usados como armas teledirigidas

Sphozmai es una niña de 10 años. Parece que tiene muchos más. Su mirada dolorida y resignada, su postura encogida, su aspecto abatido y triste. En una sola imagen es fácil de adivinar el pánico que ha sentido, y el dolor que está sintiendo. Es fácil olvidar que Sphozmai solo tiene 10 años.

La niña se entregó a la policía cuando estaba a punto de inmolarse en un puesto militar del distrito de Khanashin, en Afganistán. Sphozmai contó a las autoridades que su hermano, comandante talibán, la había obligado a ponerse un chaleco con explosivos y emprender una misión suicida para volar las dependencias militares. Sin embargo, a la niña le entró miedo, decidió no hacerlo y prefirió entregarse a la policía. “Mi hermano me dijo que me pusiera el chaleco de explosivos, fuera a la comisaría y presionara el botón”, dijo en una rueda de prensa.

Las autoridades afganas buscan ahora al padre y el hermano de Sphozmai para interrogarles y tratar de saber más de lo ocurrido. Los talibanes en Afganistán siempre han negado usar niños en los ataques suicidas, pero los autoridades aseguran que al menos media docena de menores han muerto en el último año al ser usados como armas teledirigidas.

Es improbable que Sphozmai pueda volver con su familia. Ayer confesó públicamente que temía a su padre y su hermano, y que no se llevaba bien con su madrastra. El presidente del país, Hamid Karzai, ha pedido a los ancianos de la zona que la ayuden a volver a casa. Pero convertida en un símbolo público del horror de la guerra, cuando los focos se aparten de ella, Sphozmai estará sola. Y quién sabe si volverá a intentarlo.