Mi papa
Hasta los más reconocidos vaticanistas acaban por reconocer que no entienden ni papa. De hecho, ninguno apostó por Bergoglio antes de convertirse en Francisco porque un experto es uno que sabe tanto sobre tan poco que ni puede ser contradicho ni merece la pena contradecirle.
Hasta los más reconocidos vaticanistas acaban por reconocer que no entienden ni papa. De hecho, ninguno apostó por Bergoglio antes de convertirse en Francisco porque un experto es uno que sabe tanto sobre tan poco que ni puede ser contradicho ni merece la pena contradecirle.
Hasta los más reconocidos vaticanistas acaban por reconocer que no entienden ni papa. De hecho, ninguno apostó por Bergoglio antes de convertirse en Francisco porque un experto es uno que sabe tanto sobre tan poco que ni puede ser contradicho ni merece la pena contradecirle. Hace ahora un año nadie se habría atrevido a pronosticar que Benedicto XVI dimitiese y, menos aún, que su sucesor fuese un argentino que trajera a la Iglesia buenos aires.
Doce meses han pasado y en ese tiempo el pontífice ha dejado en evidencia cardenales y hematomas. Salirse del guión y saltarse el protocolo le ha valido la simpatía de ateos y agnósticos dedicados a interpretar las palabras de un Papa que no precisa intérpretes. Sorprende que sorprenda que un Papa se dedique a predicar el Evangelio. Incluso asombra que a algunos les asombre que un Papa crea en Dios. Al fin y al cabo, el sucesor de Pedro se ha limitado a transmitir, y cumplir, el mensaje de Cristo. Nada más. Nada menos. Y a la vista de los hechos, cabe concluir que, o bien a este Papa le entiende claramente todo el mundo, o que a algunos de sus predecesores no los entendía ni Dios.
Ahora, el santo padre vuelve a marcar la diferencia al conocerse el lanzamiento de una revista semanal que recogerá su día a día, reuniones, audiencias y discursos. El primer número incluirá un poster desplegable de Francisco. El papa, no el cantante. Incluso, se anuncia una sección de caricaturas del pastor universal que en otro tiempo habrían sido tomadas como sacrílegas. Elocuente. La publicación se llamará «Mi papa». Significativo. El posesivo da sentido de pertenencia. El papa es nuestro. Es lo suyo. Como Dios manda.