Necrológica en diferido
Adolfo Suárez Illana compadecía (porque en esta situación compadecía es más acertado que comparecía) para decir que el final de la vida de su padre es inminente, tan inminente que calcula a ojo que se producirá en unas 48 horas.
Adolfo Suárez Illana compadecía (porque en esta situación compadecía es más acertado que comparecía) para decir que el final de la vida de su padre es inminente, tan inminente que calcula a ojo que se producirá en unas 48 horas.
Adolfo Suárez Illana compadecía (porque en esta situación compadecía es más acertado que comparecía) para decir que el final de la vida de su padre es inminente, tan inminente que calcula a ojo que se producirá en unas 48 horas. España le vela a la espera de la noticia de su muerte, la definitiva digo, porque de forma insólita se ha revertido la línea temporal de los comunicados en la que primero se produce la noticia y luego se informa de ella.
En vez de usar una nota de prensa para comunicar el empeoramiento del enfermo, negado después en la Cadena SER por el responsable del equipo médico que atiende a Adolfo Suárez en la clínica CEMTRO, el hijo del expresidente convoca una rueda de prensa para informar que el desenlace fatal será en no más de dos días. Ante el anuncio, los medios de comunicación hemos puesto en marcha la maquinaria y ya se tiene que morir sí o sí, lo importante ahora es quién y qué medio dará primero la trágica noticia. Los canales de tv han dejado de emitir noticias sobre las marchas de la dignidad, que en buena lógica deberían copar las noticias del fin de semana, y se han llenado de reportajes y especiales sobre la vida de Suárez, rindiéndole un homenaje póstumo aun en vida, para destacar la importancia que tuvo para la democracia. Periodistas y tertulianos cuentan anécdotas sobre lo que fue en vida e incluso relatan episodios de sus olvidos por el Alzheimer. Los medios de comunicación tienen en alerta a sus reporteros e infografistas para lanzar los titulares que ya tienen elaborados.
Esta extraña crónica de la agonía del moribundo se me hace morbosa e irrespetuosa y no entiendo esta necesidad de anticipar en vivo y en directo la crónica de esta muerte anunciada. Se me antoja que hemos montado un gran hermano, un espectáculo sobre la muerte de uno de los grandes hombres de la historia de este país, merecedor en su muerte de la dignidad que él ha demostrado en vida, aquella dignidad que le mantuvo sentado en su escaño mientras se producía el intento de golpe de estado. Respetemos que aún no ha fallecido y respetemos su memoria, la que él perdió por su enfermedad pero que nosotros aun conservamos.