El glamour como mera fachada
Vivir en Nueva York es desde siempre un privilegio ruinoso. Para los veinteañeros, las penurias merecen la pena, porque -como proclamaba la entrañable emisora hispana Radio WADO- a cambio vivíamos en «¡Nueva Yol, capital del mundo!».
Vivir en Nueva York es desde siempre un privilegio ruinoso. Para los veinteañeros, las penurias merecen la pena, porque -como proclamaba la entrañable emisora hispana Radio WADO- a cambio vivíamos en «¡Nueva Yol, capital del mundo!».
Ese perro de raza paseando ante una de las legendarias puertas cerradas a cal y canto de Gramercy Park, el único parque privado de Nueva York, inspirado en los ‘squares’ de Londres, ilustra una historia de The Luxonomist sobre ese rincón para los muy afortunados de Manhattan, envidia de los ciudadanos menos afortunados que bregan para subsistir en la carísima metrópolis. Gramercy Park trae hoy recuerdos a una pareja que llegó, de recién casados, en marzo de 1974 (ahórrense el cálculo), que admiraba escaparates en Quinta Avenida y ‘brownstones’ floridas en la calle 62 como quien va a un museo, pero terminaba cada mes comiendo perritos calientes, porque no había otra si se pretendía sobrevivir y pagar el apartamentito con los 1.000 dólares que pagaba un periódico español…
Vivir en Nueva York es desde siempre un privilegio ruinoso. Para los veinteañeros, las penurias merecen la pena, porque -como proclamaba la entrañable emisora hispana Radio WADO- a cambio vivíamos en «¡Nueva Yol, capital del mundo!». Con los años se hace más duro. Y un suicidio acaba de revelarnos que las penurias alcanzan a muchos más, incluso a los envidiados vecinos de Gramercy Park o de Sutton Place.
La diseñadora L’Wren Scott, novia de Mick Jagger, se quitó la vida de manera incomprensible para sus amigos y admiradores: todo parecía sonreírle, pertenecía al famoso ‘1%’ glamuroso de Manhattan. En realidad, pronto se supo que estaba arruinada, con deudas de seis millones de dólares y a punto de cerrar su estudio, comercialmente fracasado. A raíz de ello, un bien investigado reportaje de ‘The New York Post’ nos ha descubierto que son miles los «neoyorquinos que en secreto falsifican unas vidas fabulosas», escritores y modelos sin un duro. En el fondo, todo el mundo: un informe oficial de 2012 decía que la renta media de un neoyorquino era de 50.895 dólares al año, y que aun así un 49% de los habitantes de la ciudad pagan por sus pisos alquileres por encima de sus posibilidades. Manzana bastante podrida…