Crimea y el capitalismo
No es ningún secreto que la gran recesión de 1929 tuvo una salida, muy cruenta pero muy sólida, con la II Guerra Mundial, ese oscuro conflicto donde absolutamente todos eran malos, menos los pobres polacos.
No es ningún secreto que la gran recesión de 1929 tuvo una salida, muy cruenta pero muy sólida, con la II Guerra Mundial, ese oscuro conflicto donde absolutamente todos eran malos, menos los pobres polacos.
No es ningún secreto que la gran recesión de 1929 tuvo una salida, muy cruenta pero muy sólida, con la II Guerra Mundial, ese oscuro conflicto donde absolutamente todos eran malos, menos los pobres polacos. Inglaterra y Francia declaran las hostilidades a la Alemania nazi para liberar a Polonia y luego van y se la venden a los comunistas soviéticos, que la mantuvieron bajo la bota del oprobio hasta 1989. De Hitler a Stalin y tiro porque me toca. Cosas de los demócratas capitalistas -ya se sabe cómo son estos chicos: el dinero les vuelve locos, literalmente-.
Ahora, la cuestión de Crimea puede suponer un buen negocio para los americanos y los europeos. Ya hay excusa para incrementar los gastos en defensa y hacer más ricos todavía a los mangantes -magnates, ustedes perdonen- de la industria armamentística. ExxonMobil y la rusa Rosneft se ponen de acuerdo y Ucrania monta el paripé de aceptar tropas yanquis y de la U.E. en su territorio para unas maniobras conjuntas. Se enseña músculo sin llegar a las manos. O sea, como diría Umbral.
Donde se cuecen las habichuelas de verdad es en Corea. La del Norte es el chulo de China, y los chinos, que son casi tan buenos diplomáticos como los cardenales del Vaticano, le han reabierto el frente asiático a Estados Unidos para que no se envalentone con el camarada Putin. El tablero se mueve maquiavélicamente y, mientras, barcos rusos fondean en Ceuta y Melilla. Marco Liotto me dice que, por una vez, España está jugando sus cartas…