Ojalá nos doliera su dolor
Algo nos falla cuando hemos perdido la sensibilidad y la sorpresa ante el dolor ajeno. Cuando se nos enfrió tanto el corazón que no conoce la empatía, mucho menos la solidaridad.
Algo nos falla cuando hemos perdido la sensibilidad y la sorpresa ante el dolor ajeno. Cuando se nos enfrió tanto el corazón que no conoce la empatía, mucho menos la solidaridad.
Se resisten a bajar tras intentar saltar la valla sin éxito. Es la última avalancha de 200 subsaharianos a Melilla. El Centro de Estancia Temporal con capacidad para 480 personas está congestionado. Hay 1.900. Los inmigrantes se trasladan a Málaga.
Pero “lo que sucede al otro lado de mis fronteras no es asunto mío”, “bastante tenemos con solucionar nuestra situación”, “si nosotros no cuidamos nuestra identidad y progreso, nadie lo hará”… Son algunas de las opiniones más oídas en España sobre los inmigrantes. Sin embargo, hace dos semanas en el avión que me llevaba a Los Ángeles a un congreso, llevaba a mi lado a un madrileño que iba a Vancouver en busca de trabajo. Ah, perdón, pero no iba ilegal…
No es el único caso, he conocido muchos más y las estadísticas lo confirman. Muchos jóvenes españoles son ahora inmigrantes en algún lugar del mundo buscando mejores condiciones de vida. Lo he dicho otras veces: Nadie deja su tierra y su familia por placer. Me da igual quién es el inmigrante. Algo nos falla cuando somos incapaces de ver en ‘el diferente’ a un hermano. Cuando nuestro dolor y sufrimiento nos cierran a la necesidad del vecino. Cuando somos incapaces de ver en la diversidad una riqueza y la vemos como una amenaza. Cuando sentimos miedo de perder ‘lo nuestro’. Cuando cerramos fronteras y levantamos muros que nos separan.
Algo nos falla cuando hemos perdido la sensibilidad y la sorpresa ante el dolor ajeno. Cuando se nos enfrió tanto el corazón que no conoce la empatía, mucho menos la solidaridad. Cuando nos volvemos monstruos ciegos ante la injusticia y la necesidad. Cuando damos importancia al color de la piel o al acento o a los rasgos de la cara. Cuando no sabemos mirar con los ojos del corazón y descubrir la belleza interior del ser humano.
Algo falla. Pero ni siquiera sentimos los síntomas. Ojalá nos despertarán sus gritos saltando las cuchillas de las vallas. Ojalá sintiéramos las despedidas de los suyos. Ojalá saltaran nuestros nervios ante sus luchas por un mundo nuevo, más humano… Ojalá nos sorprendieran sus corazones borrachos de necesidad pero también de valores que nosotros hemos olvidado.
Que no llegue otro día más la noche y apaguemos la luz de la mesilla con un simple ‘buenas noches’ capaces de dormir tranquilos después de leer que decenas han muerto intentándolo, que otros tantos han resultado heridos por el salitre o por el hambre.