Italia y lo viejuno
Larga jornada la de Lunes Santo cruzando la isla de Sicilia de Este a Oeste, de Siracusa a Trapani, de barroco dieciochesco a más barroco dieciochesco, y entre medias alguna acrópolis griega que otra, con apenas 25 siglos a cuestas.
Larga jornada la de Lunes Santo cruzando la isla de Sicilia de Este a Oeste, de Siracusa a Trapani, de barroco dieciochesco a más barroco dieciochesco, y entre medias alguna acrópolis griega que otra, con apenas 25 siglos a cuestas.
Larga jornada la de Lunes Santo cruzando la isla de Sicilia de Este a Oeste, de Siracusa a Trapani, de barroco dieciochesco a más barroco dieciochesco, y entre medias alguna acrópolis griega que otra, con apenas 25 siglos a cuestas… Cada hora, en el coche, tras 55 minutos de música «soltanto italiana» –la emisora se llama Radio Italia, por si hubiese dudas-, el boletín de noticias nos traía lo más importante del momento. Nada del deterioro de Pompeya, algo de los disturbios de Roma, bastante de la dimisión del director del equipo Ferrari –tras el enésimo ridículo mayúsculo para abrir la temporada-, pero mucho más de la gran noticia del día, la que tiene en un sinvivir a la opinión italiana, o más probablemente a los periodistas que creen representar a la opinión pública italiana: se espera con ansiedad el nombramiento por el Gobierno de los altos cargos de las empresas públicas.
Llegamos a nuestro destino y comprobamos en la portada del ‘Corriere della Sera’ en internet: ‘Rivoluzione nomine, volti nuovi e tre donne presidente’, a todo trapo y en cabeza. Ganan menos, se introduce la paridad entre hombres y mujeres en los consejos de Administración, ¡pero son todas empresas del Estado, señores y ‘signore’! ¡En la Unión Europea, en 2014, en medio de lo que se supone es una profunda reforma de las enfermizas economías de los países del sur, en Italia lo que fascina es la suerte de ese conglomerado de empresas públicas heredadas del fascismo! ¡Seis decenios tras la firma del irónicamente titulado Tratado de Roma! ¡Toma del frasco, Carrasco!
Italia es en muchas cosas un país más culto, con su apabullante legado milenario, y más moderno, con sus diseñadores finísimos de moda y de automóviles, que España. Pero en muchas otras, con esa economía intervenida, ese sur desenganchado, esos gremialismos fascistas (ahí está el Ordine dei Giornalisti…), ese machismo a flor de piel, está mucho más anticuado.