Nuestras vergüenzas
Esas maletas pueden parecer muchas, así, amontonadas en una acera de una calle de Beirut. Pero tengan en cuenta que metidas en ellas van varias vidas. Las de 300 personas que lo han perdido casi todo, pero que aún así pueden considerarse afortunadas.
Esas maletas pueden parecer muchas, así, amontonadas en una acera de una calle de Beirut. Pero tengan en cuenta que metidas en ellas van varias vidas. Las de 300 personas que lo han perdido casi todo, pero que aún así pueden considerarse afortunadas.
Esas maletas pueden parecer muchas, así, amontonadas en una acera de una calle de Beirut. Pero tengan en cuenta que metidas en ellas van varias vidas. Las de 300 personas –y, aunque parezca obvio recordarlo, personas como usted y como yo, no lo olviden- que lo han perdido casi todo, pero que aún así pueden considerarse afortunadas. Consiguieron salir de la guerra civil siria y llegar al vecino Líbano. Y no sólo eso; ahora viajan hacia Alemania, que ha aceptado un cupo de 10.000 sirios como refugiados de guerra.
Así leída, esa cifra, los 10.000, podría hacernos pensar en la bondad de los germanos, y en que, en el fondo, la Merkel tiene corazón. Pero no se lleven a engaño. Es un número ridículo que destapa las vergüenzas de la Unión Europea: apenas unos pocos miles de refugiados para un continente con quinientos millones de ciudadanos.
La imagen que ven, la de la vida metida en unas maletas, está tomada en Beirut, la capital de un pequeño país mediterráneo que han fagocitado desde los fenicios hasta los franceses, incluidos los sirios que ahora buscan allí refugio. Durante décadas Siria dominó como marionetas a los políticos libaneses, pavoneando orgullosa su poder con la ocupación de facto de su ejército (para humillación continua de los locales) y llevándose a manos llenas millones y millones de libras libanesas.
Ahora, los ciudadanos de ese país que tanto robó y humilló (y asesinó) con total impunidad en Líbano entran allí en avalanchas humanas huyendo de una guerra que ha costado la vida a 150.000 personas y en la que varios millones han tenido que abandonar sus casas.
El pequeño Líbano acoge entre sus fronteras a más de un millón de refugiados sirios. Para que se hagan una idea, es como si aquí en España tuviéramos doce millones de refugiados de una hipotética, pongamos, guerra civil marroquí. Imaginen tener que acoger (y dar techo y alimentar) a doce millones de marroquíes que, con suerte, traerían como única pertenencia una maleta como esas que ven en la imagen. Es lo que está pasando en el Líbano: un refugiado por cada cinco habitantes, lo que está empobreciendo aún más al país.
Y, aún así, no han instalado vallas ni concertinas en sus fronteras.