Vergüenza
La minúscula isla de Lampedusa, paradisíaco lugar de aguas turquesas con los yates aparcados en sus playas cálidas y transparentes, es el escenario continuo desde hace ya años del dantesco acontecimiento de la llegada de una legión de barcos con inmigrantes africanos.
La minúscula isla de Lampedusa, paradisíaco lugar de aguas turquesas con los yates aparcados en sus playas cálidas y transparentes, es el escenario continuo desde hace ya años del dantesco acontecimiento de la llegada de una legión de barcos con inmigrantes africanos.
La minúscula isla de Lampedusa, paradisíaco lugar de aguas turquesas con los yates aparcados en sus playas cálidas y transparentes, es el escenario continuo desde hace ya años del dantesco acontecimiento de la llegada de una legión de barcos con inmigrantes africanos. Gente que huye de la miseria y de la guerra, y que desde su pobreza lapidaria llegan a pagar 3000 dólares a los traficantes de personas que los acercan desde las costas de Libia, la orilla más cercana de África a territorio italiano.
Pues bien. No sé cual será el porcentaje de los que llegan a la costa con vida, pero lo que sí sabemos es que ya se acumulan cientos de cadáveres de hombres, mujeres y niños bajo las aguas transparentes en que aparcan los yates.
Es de cómo las instituciones europeas han marcado la misión a sus perros del sur, España e Italia, para que hagan de cancerberos en esta batalla sin sentido con el objetivo de que no entren, de contener lo incontenible del mar con una mano, de intentar tapar el sol con un solo dedo…
Es difícil asumir el papel de verdugo en esta batalla inmoral en la que se defiende con uñas y dientes el desequilibrio por mantener al norte con su culo aposentado con escarnio sobre el sur. Se te caen de nuevo los palos del sombrajo ante el asombro de las imágenes que recientemente han sacado en un vídeo del diario “La república” de los 366 muertos en el naufragio de Lampedusa del 3 de octubre del año pasado, de los que 41 eran niños. Cadáveres sobre cadáveres enganchados sobre las barandillas de la cubierta del barco, y hacinados en el interior de su bodega, con sus hatillos cargados de pobre esperanza y con sus recuerdos de familias que dejan en poblados remotos…
Es la misma estampa de los muertos y heridos que se quedan acuchillados en las vallas de nuestra fronteras en Ceuta y Melilla que es la estampa de la vergüenza.