La memoria necesaria
Se cumplen en 2014 muchas efemérides capitales para entender el mundo. Está por supuesto el centenario del comienzo de la Primera Guerra Mundial, una contienda que fue una quiebra en nuestra civilización y que es clave para entendernos a nosotros mismos.
Se cumplen en 2014 muchas efemérides capitales para entender el mundo. Está por supuesto el centenario del comienzo de la Primera Guerra Mundial, una contienda que fue una quiebra en nuestra civilización y que es clave para entendernos a nosotros mismos.
Se cumplen en 2014 muchas efemérides capitales para entender el mundo. Está por supuesto el centenario del comienzo de la Primera Guerra Mundial, una contienda que fue una quiebra en nuestra civilización y que es clave para entendernos a nosotros mismos, nuestra cultura y nuestra tragedia que en el siglo pasado anegó en sangre el continente europeo.
Al siglo XX, el más sangriento jamás habido, historiadores han dado en llamarlo el siglo corto porque duró en realidad 75 años, desde aquel trágico 1914 al milagroso 1989. Este último año fue uno de inmensas emociones, de alegrías insospechadas y reencuentros maravillosos. Aunque no faltó la advertencia, siempre necesaria, de que el determinismo histórico es una falacia. Y que todo lo bueno al igual que lo todo malo que se produjo pudo ser distinto. El 4 de junio de 1989, hizo ayer un cuarto de siglo, los carros de combate del ejército chino provocaron una matanza en la Plaza de Tiananmen entre sus propios estudiantes que pedían democracia y libertad.
En los meses siguientes, otros regímenes comunistas pensaron en seguir el ejemplo chino y aplastar militarmente las manifestaciones en favor de la democracia y la libertad, del fin de la dictadura comunista, que se producían en toda Europa Central y Oriental. Ya no pudieron hacerlo. Era demasiado tarde para ellos en ese reloj de la historia. El mismo día que los militares chinos disparaban contra las masas y mataban a miles de jóvenes en Pekín, los polacos votaban en elecciones libres y decidían el entierro del régimen comunista dirigido por el general Wojciech Jaruzelski. Y en los meses siguientes escaló la convulsión en todos los países miembros aun del Pacto de Varsovia, organización en la que la Unión Soviética habían sojuzgado a todos sus satélites europeos. Cuando al comenzar la última semana del año en Bucarest, es derribado Ceaucescu, no queda ya en Europa central y oriental otro estado aun oficialmente comunista que Albania. Que seguiría el mismo rumbo con retraso. Pero si los polacos fueron el motor de este milagro democrático y triunfo de la libertad y Moscú quien permitió que al final se impusiera la voluntad de las naciones de ser libres, democráticas y a la postre anticomunistas, fueron los alemanes quienes mejor simbolizan el reencuentro de las dos partes de Europa.
La reunificación de Alemania en el corazón de la reunificada Europa fue el símbolo del triunfo de la libertad y la verdad sobre la represión y la ideología del miedo y la mentira. La colección de fotografías que se exponen ahora en Madrid es un brillante testimonio de la gran gesta de la libertad que se consumó hace ahora 25 años. Fue la definitiva superación de las últimas consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, de cuyo comienzo se cumplen 75 años. Y fue la derrota final para la superviviente de las dos grandes ideologías criminales, nazismo y comunismo, surgidas del colosal terremoto que había supuesto la Primera Guerra Mundial de cuyo comienzo se cumple un siglo. Como ven, este año, cargado de efemérides, ofrece todas las posibilidades para la reflexión sobre Europa y su futuro, sobre sus miedos, sobre sus libertades, sobre su valor y sobre su precio.