La cobardía de los católicos españoles
O la Iglesia y los católicos armamos lío y salimos a la calle, a las periferias, al mundo, como clama el Papa Francisco, o la Iglesia quedará reducida a lo que no es y muchos pretenden que sea: una ONG más, subvencionada y estéril.
O la Iglesia y los católicos armamos lío y salimos a la calle, a las periferias, al mundo, como clama el Papa Francisco, o la Iglesia quedará reducida a lo que no es y muchos pretenden que sea: una ONG más, subvencionada y estéril.
Creo que fue san Juan Crisóstomo quien dijo que si los cristianos viviésemos realmente como cristianos no habría paganos. Esta frase demuestra varias cosas. No es la menos importante que, trescientos años después de Cristo, un cierto aburguesamiento, cuando no una fe vivida con hipocresía, se había apoderado de la cristiandad naciente. Demuestra también que es el ejemplo, el testimonio, lo que atrae y lo que cambia la sociedad. Douglas Hyde, dirigente del partido comunista de la Gran Bretaña durante veinte años -converso después al catolicismo-, señalaba que fue el testimonio de vida de los comunistas lo que hizo que él, y muchos como él, se afiliasen a un partido que no era timorato a la hora de decir que pretendía cambiar el mundo. No fue el materialismo dialéctico ni los textos de Rosa Luxemburgo los que llevaron a una minoría sacrificada y exigente, que vivía su fe comunista las 24 horas del día, lo que hizo atractivo el comunismo a tantos europeos durante el siglo XX. Fue, repito, el ejemplo de los buenos comunistas. Y su compromiso irrenunciable con la causa.
En cambio, hoy, en España, los católicos vivimos en alguna de estas situaciones:
-Una fe meramente cultural o folclórica. Bodas, bautizos, comuniones y romerías.
-Una fe personalista, que no moleste a nadie y que dialogue con el mundo, renunciando incluso a principios que no son negociables: véase el ejemplo de la ley del aborto y las cesiones continuas al lobby LGTB.
-Una fe «de los domingos», ese cumplir el precepto y tranquilizar la conciencia con las pocas monedas que se dan al pobre de la puerta del templo.
-Una fe intelectualizada, desencarnada, que asume postulados netamente anticristianos, como aquellos de los filósofos de la sospecha. Un cristiano-nietzscheano, por ejemplo, es un oxímoron. Un cristiano nacionalista es un idólatra.
-Una fe refugiada en sacristías burguesas, endogámica y complaciente con el poder.
O la Iglesia y los católicos armamos lío y salimos a la calle, a las periferias, al mundo, como clama el Papa Francisco, o la Iglesia quedará reducida a lo que no es y muchos pretenden que sea: una ONG más, subvencionada y estéril.
Abandonar la batalla política por temores y respetos humanos, por votar al mal menor o por miedo a perder prestigio, fama, dinero o la vida misma, es, simplemente, traicionar a Cristo.
Nos vendría bien un régimen comunista como el coreano. Y llegará si no reaccionamos.