Ana María en el espejo

La vida de Ana María Matute comenzó el día en el que escuchó por vez primera una mágica frase: “Érase una vez…” Desde entonces, todo se removió en su interior y después un encuentro dulce le reveló que sería una contadora de historias.

La vida de Ana María Matute comenzó el día en el que escuchó por vez primera una mágica frase: “Érase una vez…” Desde entonces, todo se removió en su interior y después un encuentro dulce le reveló que sería una contadora de historias: En la oscuridad de un armario partió un terrón de azúcar del que salió una chispita azul. Acababa de cruzar el espejo, como su adorada Alicia con la que compartía el deseo de conocer otro mundo.

Ana María, se convertía, si no lo era ya, en escritora. A través del espejo ingresa en el reino de la fantasía y de la imaginación, tan vital para ella como el comer y el dormir y esto protagoniza su larga vida, salpicada de tempestades en la que la literatura ha sido el faro salvador de sus tormentos. Desde entonces Matute no ha tenido que consultar ningún folleto explicativo. Se lo ha inventado todo: personajes, mundos, caminos, seres y hasta el arzadú… esa bella flor que solo brotaba en su cabeza y crecía en sus cuentos y en sus novelas y que científicos estadounidenses aún están buscando. La posibilidad de cruzar el espejo otorgó a Ana María el privilegio de tener una vida de papel de la que nos ha dejado novelas como Pequeño Teatro, Olvidado Rey Gudú o Paraíso Inhabitado.

Entre títeres, hadas y unicornios hemos observado esa mirada infantil que ha conservado hasta el final de sus días. Pero en sus escritos nunca ha habido espacio para la sensibilidad sencilla. Sin referencias políticas, el compromiso social y las relaciones humanas han estado en cada una de sus páginas.Como Alicia y su país de las maravillas, la vida de Matute es la historia de un mágico sueño. Hoy la escritora ha vuelto a esa primera parte del cuento y ha caído en la madriguera. A estas horas debe estar empequeñeciéndose, agrandándose, tomando té quizá con su muñeco Gorogó y algún sombrerero loco. Puede que sean los próximos protagonistas de su futuro cuento. Si se los encuentran, por favor, créanselos. Se los ha inventado todos.