Aplicaciones
Quizá algún día en algún lugar del mundo alguien desarrolle una app que sirva para llenar estómagos, desbancar dictadores, desmantelar paraísos fiscales, encontrar curro, pagar hipotecas…
Quizá algún día en algún lugar del mundo alguien desarrolle una app que sirva para llenar estómagos, desbancar dictadores, desmantelar paraísos fiscales, encontrar curro, pagar hipotecas…
Los científicos británicos puesto a prueba una ecuación para predecir felicidad con 18.000 personas que respondieron a una encuesta a través de una aplicación para teléfonos inteligentes llamada The Great Brain Experiment (el gran experimento del cerebro). La cosa tiene su peso, a pesar de lo banal que pueda parecer medir estas cuestiones en una app, pero claro, como tantas cosas que se miden bajo los patrones occidentales, distan mucho de la realidad del mundo, porque son completamente excluyentes.
Difícil se me antoja poder poner en práctica el uso y consulta de esta app ahora mismo en la franja de Gaza, en buena parte de los territorios del África subsahariana que está padeciendo el ataque del ébola y de sus violencias particulares, o en las áreas de Latinoamérica donde la guerrilla interna y los paramilitares no tienen perjuicio en asesinar o violar sin ningún tipo de impunidad.
No hay esperanza para la miseria mientras el mundo siga controlado por la lujuria de los sistemas financieros, que no tienen ningún tipo de moral o decoro exhibiendo sus desvaríos a cualquier precio.
Y mientras tanto, los yates aparcan en Ibiza, en Mónaco, en Marbella o en Córcega recibiendo a todos los jeques árabes, a todos los histriónicos artistas tipo Justin Bieber, o todos los mafiosos rusos y demás compinches, con la displicencia que regala la fiesta en esos lugares de solaz para ricos, todos ávidos de exhibir la sombra de su dinero y de sus modelazos de alquiler.
Quizá algún día en algún lugar del mundo alguien desarrolle una app que sirva para llenar estómagos, desbancar dictadores, desmantelar paraísos fiscales, encontrar curro, pagar hipotecas, acompañar a los desahuciados de la vida, curar enfermedades de los países olvidados, o sencillamente hacer de los perversos que dirigen el cotarro una manada de bondadosos corderos.