El poder de las palabras

James Foley, Steven Sotloff, David Haines, Hervé Gourdel, Alan Henning. Nombres de una lista para no olvidar que el grupo terrorista Asesinos Cobardes (CA) sigue incrementando con un goteo incesante.

James Foley, Steven Sotloff, David Haines, Hervé Gourdel, Alan Henning. Nombres de una lista para no olvidar que el grupo terrorista Asesinos Cobardes (CA) sigue incrementando con un goteo incesante. Es la denominación con la que los ha rebautizado la Interpol para borrar sus esfuerzos por legitimar sus atroces crímenes. Ni estado, ni islámico, ni nada de nada. Asesinos Cobardes y punto. Siempre se les pueden añadir unos cuantos adjetivos más, pero es bueno ser preciso.

De entre todas las formas que existen de combatir esta lacra antihumana, el poder de las palabras es una de ellas. Y no por ser invisible se diluye su importancia. Precisamente en las palabras se escudan también esos salvajes a base de repetir una especie de mantras que nada tienen que ver con ninguna religión ni con ningún estado. Lo que los aglutina no es la creencia en un mismo dios o en un sistema al margen del mundo, sino la maldad, la injusticia, el uso de la violencia y la cobardía más lacerante que puede ejercer una persona que ya ha dejado de serlo.

Nunca olvidaremos las imágenes de hombres vestidos de naranja arrodillados y mirándonos a cámara. Tras ellos, una misma mancha negra de cara cubierta que suelta palabras huecas y que amenaza con decapitar a una persona amordazada, a un hombre -como el que él fue tiempo atrás- que no representa a nadie más que a sí mismo. Aún y así no le tiemblan ni la voz ni el puslo. La mancha negra es incapaz de ver nada. Es posible que ni siquiera respire. Es la perversión en estado puro. Sin duda, sin lástima, sin compasión. Un ente totalmente ajeno a la vida.