La cruda realidad
Cuando era pequeña y no quería terminarme el plato de comida mi madre, e imagino que todas, me repetía una y mil veces ‘hay millones de niños que se mueren de hambre y que apreciarían mejor los alimentos que tu puedes disfrutar’.
Cuando era pequeña y no quería terminarme el plato de comida mi madre, e imagino que todas, me repetía una y mil veces ‘hay millones de niños que se mueren de hambre y que apreciarían mejor los alimentos que tu puedes disfrutar’.
Cuando era pequeña y no quería terminarme el plato de comida mi madre, e imagino que todas, me repetía una y mil veces ‘hay millones de niños que se mueren de hambre y que apreciarían mejor los alimentos que tu puedes disfrutar’. Frase que me persigue allá por donde voy y que no puedo evitar pronunciar cuando un familiar o amigo tiene la intención de tirar la comida a la basura, ‘¡dáselo al menos al hombre que pide en el metro!’ he llegado a exclamar mientras las verduras y ese apetecible trozo de carne se dejaban llevar por la fuerza de la gravedad hacia el oscuro cubo de la basura.
Según un informe del Parlamento Europeo el viejo continente desperdicia 89 millones de toneladas de alimentos al año. Esto quiere decir que cada europeo despilfarra 179 kilos anuales de los casi 500 que consume. Nada más y nada menos que medio kilo de comida diarios. A esta suma hay que añadir las cosechas que no llegan a los mercados y los peces que son devueltos al mar tras ser pescados.
En cuanto a países, los españoles ocupan un sexto puesto, 7,7 millones de toneladas, en una lista en la que también destacan Francia con 9 millones de toneladas, Holanda con 9,4 millones, y que está dominada por Alemania con 10,3 millones de toneladas desaprovechadas por sus poco más de 80 millones de habitantes. Pero si continuamos hablando de cifras, la más impactante es la de los 925 millones de personas en el mundo que viven en continuo riesgo de desnutrición, 79 millones de ellas tan solo en Europa.
El primer punto de los Objetivos del Desarrollo del Milenio para el 2015 es el de reducir a la mitad la proporción de personas que pasan hambre. Misión que no es suficiente. La lucha contra el hambre no pasa primero por los políticos sino por nosotros mismos. Donde más se desperdician alimentos es en los hogares. Bolsas y más bolsas de basura con comida en buenas condiciones que podrían alimentar a muchas personas que están a nuestro alrededor, no hace falta irse muy lejos, y que no tienen qué comer.
Las madres son muy sabias. Esa frase que nos han repetido millones de veces y que incluso hemos llegado hasta a detestar no es más que la fría y cruel realidad.