El peor camino
España necesita inmigrantes, porque sin ellos esta sociedad egoísta, solipsista y hedonista, incapaz de regenerarse físicamente, está condenada a la decadencia, precariedad, pobreza y agonía.
España necesita inmigrantes, porque sin ellos esta sociedad egoísta, solipsista y hedonista, incapaz de regenerarse físicamente, está condenada a la decadencia, precariedad, pobreza y agonía.
España necesita inmigrantes, porque sin ellos esta sociedad egoísta, solipsista y hedonista, incapaz de regenerarse físicamente, está condenada a la decadencia, precariedad, pobreza y agonía. Pero España no puede permitirse una inmigración que le sea impuesta por la fuerza.
España no puede convertirse en un país sin ley como esos de los que en gran parte huyen los que pretenden inmigrar. España no puede importar con esos seres humanos la falta de respeto a la ley. Como no puede importar sus ideologías ni culturas que son las que condenaron al fracaso y a la miseria a sus países de procedencia. Y de las que huyen. Por eso aquellos que quieren venir a España a quedarse, lo tienen que hacer con la voluntad expresa de respetar fronteras, procedimientos y leyes. Y tienen que percibir que las reglas de convivencia que se encuentran en su país de destino han de ser respetadas.
España no puede tolerar que la puerta de entrada a su territorio sea el delito y muchas veces la violencia contra su frontera y sus fuerzas de seguridad. Por eso los espectáculos en Melilla y Ceuta son precisamente el mensaje que no se puede dar al mundo. Resulta funesta esa imagen de cientos de jóvenes del África subsahariana encaramados a las vallas en su pretensión de hacer valer el supuesto derecho a quedarse en España por haber tocado tierra.
Todos han llegado allí gracias a la información y los consejos que les dan las mafias y unas ONGs de existencia lamentable. Porque es triste reconocer que hay organizaciones no gubernamentales que viven de fomentar el efecto llamada tanto como los grupos mafiosos de traficantes de humanos. Ellas les han informado que solo tienen que llegar dentro, usando toda la fuerza que sea necesaria. Porque una vez dentro no tendrán ni un simple reproche por la violencia ejercida contra la policía española. Y de repente, gracias a dicha violencia, el joven centroafricano perdido en el Gurugú pasa a ser un residente en España.
Este es el primer mensaje que recibe el recién llegado. Que violar la ley y usar la fuerza es muy rentable. Y es la mejor consigna publicitaria de las mafias. El mensaje que desde dos puntos tan frágiles y difíciles de defender como Ceuta y Melilla debería ser exactamente el contrario. Abrir oficinas de inmigración en los países de origen de estos jóvenes. Y dejar claro a todo el mundo que quien llegue ilegalmente a Ceuta y Melilla no conseguirá en ningún caso acceder a la península. Yque será siempre expulsado a Marruecos o al país de origen. Habría que hacer un inmenso esfuerzo por hacer respetar esa frontera. Con unas firmes defensas físicas pero también con la certeza de que no se premiará la ilegalidad. Porque el respeto a la legalidad, el de los españoles y el de los inmigrantes, es claves para la convivencia en paz. Que está amenazada como nunca desde hace mucho tiempo.