La cara B
Se ha dicho de todo. Desde «qué se ha hecho esta mujer» hasta «olé ella liberada de sus complejos». Incluso la propia Renée prometió sentirse «más sana y feliz que nunca». Ojo: «La gente debe tomar nota», hasta nos recomendó.
Se ha dicho de todo. Desde «qué se ha hecho esta mujer» hasta «olé ella liberada de sus complejos». Incluso la propia Renée prometió sentirse «más sana y feliz que nunca». Ojo: «La gente debe tomar nota», hasta nos recomendó.
Se ha dicho de todo. Desde «qué se ha hecho esta mujer» hasta «olé ella liberada de sus complejos». Incluso la propia Renée prometió sentirse «más sana y feliz que nunca». Ojo: «La gente debe tomar nota», hasta nos recomendó. Yo no me sentiría en paz si en mi reflejo viese a otra persona, pero bueno, tampoco tengo ningún motivo para no creer a la actriz. Eso sí, nota no voy a tomar, si me lo permite.
Los complejos se guardan a la sombra de una bonita fachada, la que cada cual se edifica. Un muro contra la vulnerabilidad tras el que todos, de una u otra manera, nos protegemos. Renée tendrá sus razones, seguro. Puede que quisiera este rostro, o puede que se haya pasado y simplemente haya aceptado su nueva condición. Puede que le haya servido para sentirse mejor. Puede, también, que solo esté aparentando y ya piense en levantarse de nuevo el párpado chungo.
Cada uno elige su camino hacia la autoestima. Lo más difícil es aceptarse sin más, convivir con lo que toca. Esto es lo que hay y esto es lo que soy. Mentón arriba. Escribirlo es infinitamente más simple que ponerlo en práctica, lo sé.
Pero también está la cara B, la otra opción. La de la huída, la negación. La que nos recuerda la multitud de ejemplos de obsesión por la perfección, o mejor, por corregir un desaguisado previo. Un círculo vicioso. Renée Zellweger tiene 45 años y un rostro nuevo. Le quedan algunas décadas en las que pelearse con la vejez y, de momento, ya ha perdido su naturalidad, la expresividad y, en consecuencia, puede que su carrera.
Ser una persona acomplejada es natural. Humano. Intentar ocultar lo que nos atormenta, también. Pero, creo yo, que el superar lo que nos avergüenza de nosotros mismos pasa, en gran parte, por cómo lo afrontamos: o de cara, o de culo.