Catarsis
Me pregunto por qué tardan tanto en actuar algunas conciencias, aunque también es verdad que hay algunas que no despiertan nunca.
Me pregunto por qué tardan tanto en actuar algunas conciencias, aunque también es verdad que hay algunas que no despiertan nunca.
50 años después de robar una pequeña escultura del complejo arqueológico de Pompeya, la mujer canadiense que se la agenció ha decidido devolver la pieza porque dice que la culpa no la dejaba dormir. “Me he liberado de un peso que con la edad se hacía cada día más insoportable para mi conciencia”, declaró la mujer. Qué bonito… Me pregunto por qué tardan tanto en actuar algunas conciencias, aunque también es verdad que hay algunas que no despiertan nunca.
Con medio siglo de demora -y sin pegar ojo, dice- la mujer escribió un correo electrónico confesando su pecado de juventud, cometido en plena luna de miel, y desde Pompeya se le tuvo que enviar una especie de salvoconducto para que no fuera interceptada en aduanas con restos arqueológicos robados en su regreso para devolverla.
A pesar de este final feliz y catártico con expiación de culpa, lágrimas, liberación y alegría colectiva, no me gusta que el motivo de la devolución no sea otro que poder dormir tranquila. Que la pieza sea patrimonio histórico y que haya estado más de 50 años fuera de su lugar por obra y gracia de una turista caprichosa parece una cuestión secundaria en esta historia. En definitiva, que nos alegramos todos mucho de que ya pueda dormir tranquila, pero algunos nos alegramos sobre todo de que la pequeña pieza del siglo I a.C. vuelva a adornar el “Quadriportico dei Teatri” en lugar del comedor de su casa.