Más inteligentes
Ni con el mejor tono deja de sonar como una impertinencia ¿quieres decir que no lo he sido en el 2014? ¿me estás llamando tonto?
Ni con el mejor tono deja de sonar como una impertinencia ¿quieres decir que no lo he sido en el 2014? ¿me estás llamando tonto?
Parece un buen deseo para otro año que comienza: queridos, os deseo que seáis más inteligentes este próximo 2015. Ni con el mejor tono deja de sonar como una impertinencia ¿quieres decir que no lo he sido en el 2014? ¿me estás llamando tonto?
Dice la noticia que “como los pulgares y el cerebro trabajan juntos al teclear el móvil se produce una mayor actividad cerebral”. Algo se tiene que producir, claro, pero ¿para qué servirá esa actividad cerebral? ¿para teclear más y más rápido cada vez?
Sigue diciendo que los teléfonos inteligentes, la tecnología digital, son la prueba de que “la vida normal moldea el cerebro de la gente común”.
En un estudio sobre el cerebro de los taxistas londinenses se demostró que en ellos es mayor el hipocampo posterior debido a que su trabajo consiste en memorizar 25.000 calles y miles de lugares del complejo trazado de la ciudad.
El cerebro cambia constantemente por efecto del entrenamiento y su plasticidad continúa toda la vida. Parece que la conclusión es clara, “la vida normal moldea el cerebro de la gente común”.
Cada profesión, cada actividad, cualquier experiencia, irá dando una forma u otra a nuestra materia gris. Para bien o para mal se nos desarrolla una parte más que otra. Algo de brillo por aquí, pero mucha penumbra ocupando el resto.
Como está bastante claro que no andamos sobrados de ella, a la vista de cómo está todo, y aunque no esté de moda, quizás sea un deseo apropiado para este nuevo año aspirar a algo más de inteligencia.
No sólo para ser capaces de detectar la trampa de tanto mensaje simplista, encontrar la belleza donde se esconde, practicar la bondad y la compasión para repartirla entre los que la requieren, sino para moldear, como gente común, con nuestro pequeño cerebro y paso a paso, la sociedad derrumbada en la que vivimos.