Votar a Felipe VI o botar a Felipe VI
Dice Pablo Iglesias que hablará con este rey para que se presente a elecciones y se le vote como jefe del estado. Me parece una gran idea. Por lo menos, si gana, tendrá alguna legitimidad, aunque sea la meramente democrática. Podrían alzarse otros pretendientes, aunque estoy seguro de que el sistema se opondría a ello diabólicamente.
Dice Pablo Iglesias que hablará con este rey para que se presente a elecciones y se le vote como jefe del estado. Me parece una gran idea. Por lo menos, si gana, tendrá alguna legitimidad, aunque sea la meramente democrática. Podrían alzarse otros pretendientes, aunque estoy seguro de que el sistema se opondría a ello diabólicamente.
Dice Pablo Iglesias que hablará con este rey para que se presente a elecciones y se le vote como jefe del estado. Me parece una gran idea. Por lo menos, si gana, tendrá alguna legitimidad, aunque sea la meramente democrática. Podrían alzarse otros pretendientes, aunque estoy seguro de que el sistema se opondría a ello diabólicamente.
No es que uno esté por la república -la única que respeto es la romana-, pero este sucedáneo de monarquía que padece España, a modo de cáncer que no termina, debería pasar a mejor vida. No hablo siquiera de la legitimidad perdida con Isabel II. Cualquiera que sepa un poco de historia estará de acuerdo en que el modelo borbónico es ajeno a la tradición hispánica. Es un modelo, por resumir mucho, centralista y liberticida. Aquellas libertades reales que garantizaban los fueros y los concejos se fueron a hacer puñetas, poco a poco, con la llegada de la dinastía francesa. Si las autonomías no hubieran surgido de un sistema tan jacobino como enfermo, tal vez viviríamos ahora un retorno a los viejos reinos tradicionales. Y, tal vez, nos hubiéramos ahorrado mucha sangre y muchos agravios. Pero esto es pura ficción: las cosas son como son y están como están.
La monarquía verdadera no se vota. Como tampoco se vota la ley natural. Perdida la legitimidad divina y la dinástica, puestos en cuestión todos los valores que han construido la civilización cristiana -la que trajo la libertad al mundo pagano y elevó a su máxima expresión la dignidad humana-, por mí que los españoles voten si quieren rey o si quieren república; si quieren al comité central del partido comunista o a un tirano iluminado.
En toda esta historia, como siempre, los más claros son los dos extremos: o Dios, Patria y Rey; o ni Dios, ni Patria, ni Rey.
Siempre me ha gustado el agua clara y el chocolate espeso. Si no fuese monárquico, sería anarquista.